La lucha contra el michelín

La lucha contra el michelín

La lucha contra el michelín
El otro día estaba con mi hija y mi Cari comprando en el supermercado y, al levantar el brazo para coger algo, se me subió
ligeramente el jersey. Mi hija se acercó sigilosamente y me dijo:
Mamá, cuidado, se te ve el michelín
.
¿El qué?
El michelín.
¿Qué michelín? ¿De qué hablas?- pregunto.
De esa cosa gorda que tienes en la cintura-
me contesta.
Mátame, camión. Tengo una cosa gorda en la cintura.
Me quiero morir. Creía que había engordado un poquito, pero tanto como para tener un michelín, pues no.
A Cari se le cambió el semblante, le puso una cara a la niña que era un poema. Se le podía leer
Con lo tranquilos que estábamos,
acabas de abrir la Caja de Pandora, hija.
.
Y para salir del paso dice:
¿Pero qué dices, hija? Si tu madre está estupenda. No tiene ningún michelín.
Bueno, vale, entonces es que está gorda-
contesta la criatura.
Tengo una amiga que dice que hay dos cosas que nunca mienten: los niños y probarse un bikini en febrero...
Me acaba de matar, me ha llamado gorda.
Si sumamos esto a que el otro día en el gimnasio un compañero de la clase de spinning, al que llamamos Induráin porque se hace
kilómetros y kilómetros en la bici y es incansable, me dice:
Eres la mejor en spinning.
¡Qué amable! Muchas gracias-
le contesto. Induráin tiene algo así como 75 años.
Me espeta:
De nada, ¿tomamos un café cuando salgamos?
Yo lo miro A-LU-CI-NA-DA, sin palabras, y me suelta:
Es que me encantan las mujeres y si son así, maduritas como tú, mucho más.
Madurita, me ha llamado madurita. Jolín esto se está poniendo cada vez más prometedor.
Me sale la ira por los ojos y le digo:
Me voy a poner los cascos para hacer como que no he oído: primero que estas intentando ligar conmigo y segundo que me acabas
de llamar madurita. Además, que sepas que estoy casada.
No soy celoso, Chata-
me contesta.
Yo no sabía como salir de la situación. Afortunadamente pasó mi cuñado por delante de nosotros que iba a las cintas a correr -os
diré que está cachas como Russell Crowe en Gladiator- y le dije:
Pues nada, díselo a mi marido que está aquí mismo
.
Le digo:
Mira es este
.
Vaya, pues sí que ha cambiado tu marido desde el sábado a hoy. ¿Le han quitado la gafas? ¿Y se ha puesto cachas en 3 días?
Mi cuñado se limitó a sonreír y a esperar con cara de póker a ver de qué iba la situación.
Cuando se dio cuenta de que Induráin estaba intentando ligar conmigo va y le dice:
-¡Hombre! Espera que os hago una foto juntos, los dos mejores de la clase de spinning juntos.
Induráin me coge de la cintura y, con un tirón fuerte, me pega bien a su cuerpo para la foto y me dice:
Ay, pero ¡qué rellena estás,
Chatina! Tú engañas.
Yo miro a mi cuñado con cara de: ¡
De esta te vas a enterar, te la voy a guardar para siempre!
Y mi cuñado disfrutando de la situación como en su vida, nos hace la foto y le dice:
Tú cuídamela bien que está muy sola, que su marido está siempre de viaje.
Ahora entiendo por qué le das tanto al pedal, Chatina.
Señor, ¿por qué me castigas así?
Pin-piiin
, mensaje de WhatasApp.
Mi cuñado ha mandado la foto al chat “familia” diciendo:
Love is in the air. “La cuña” ha ligado en el gimnasio.
Le voy a matar pero, de verdad, en este momento le odio infinito.
Pero lo que peor me sentó fue Cari que contestó con un:
Jajajaja.
Bueno, Chatina, pues te espero fuera mientras te duchas.
¡Dios mío! No me voy a poder ir de aquí. Se ha quedado en la entrada donde los tornos esperando a que salga del vestuario.
Me paso un rato allí escondida pero pienso: No puedo quedarme aquí todo el día esperando a que se canse y se vaya.
Lo único que se me ocurre es salir a 4 patas por la puerta de servicio del personal hasta el mostrador de recepción.
Cuando llego a la altura de la chica de recepción le hago:
Chisss chisssss, Sheila.
Sheila me mira flipada y le digo.
No me mires, que ese tío de ahí está esperándome para tomar un café y tengo que salir de aquí antes de que me vea.
Sheila mira al frente como una autómata y casi le da un ataque de risa con la situación.
Sheila, ábreme la puerta para poder salir.
No puedo, tienes que pasar la tarjeta.
No tengo la tarjeta, no tengo ni el bolso, lo he dejado todo en la taquilla.
Por favor, Sheila, te suplico que me hagas salir de aquí.
En ese momento sale el chico que lleva el carrito de las toallas y Sheila le dice:
No te preocupes, Fernando, que ya llevo yo el carrito hasta el camión de la lavandería.
Me susurra:
Métete detrás y vamos saliendo.
Así que allí me veis, caminando a cuatro patas a la vez que el carrito lleno de bolsas de tela cargadas de toallas.
De repente, suena el teléfono de recepción y Sheila murmura:
Espera que tengo que contestar
.
Así que allí me quedo agachadita en cuclillas detrás del carrito esperando a que Sheila termine de contestar la llamada. Me siento
un poco ridícula cuando la gente que entra en el gimnasio me mira como si estuviera loca.
Alguien se pone a mi altura y me dice en susurros:
¿Qué haces aquí agachada, detrás de un carrito? ¿Te persigue alguien, Cariño? ¿No puedes salir por la puerta como todo el
mundo?
Me pongo de pie de un salto y le grito a Induráin:
Bueno, lo siento, pero ha venido mi marido a buscarme y me tengo que ir. Hasta luego.
Conseguimos salir a la calle y Cari y yo, muertos de risa.
He venido a salvarte después de ver la foto en el WhatsApp.
Gracias Cari, eres mi héroe.
He tenido que darme de baja del gimnasio. Esta me la paga mi cuñado.
Posted on 06/03/2016 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 2412

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El otro día estaba con mi hija y mi Cari comprando en el supermercado y, al levantar el brazo para coger algo, se me subió
ligeramente el jersey. Mi hija se acercó sigilosamente y me dijo:
Mamá, cuidado, se te ve el michelín
.
¿El qué?
El michelín.
¿Qué michelín? ¿De qué hablas?- pregunto.
De esa cosa gorda que tienes en la cintura-
me contesta.
Mátame, camión. Tengo una cosa gorda en la cintura.
Me quiero morir. Creía que había engordado un poquito, pero tanto como para tener un michelín, pues no.
A Cari se le cambió el semblante, le puso una cara a la niña que era un poema. Se le podía leer
Con lo tranquilos que estábamos,
acabas de abrir la Caja de Pandora, hija.
.
Y para salir del paso dice:
¿Pero qué dices, hija? Si tu madre está estupenda. No tiene ningún michelín.
Bueno, vale, entonces es que está gorda-
contesta la criatura.
Tengo una amiga que dice que hay dos cosas que nunca mienten: los niños y probarse un bikini en febrero...
Me acaba de matar, me ha llamado gorda.
Si sumamos esto a que el otro día en el gimnasio un compañero de la clase de spinning, al que llamamos Induráin porque se hace
kilómetros y kilómetros en la bici y es incansable, me dice:
Eres la mejor en spinning.
¡Qué amable! Muchas gracias-
le contesto. Induráin tiene algo así como 75 años.
Me espeta:
De nada, ¿tomamos un café cuando salgamos?
Yo lo miro A-LU-CI-NA-DA, sin palabras, y me suelta:
Es que me encantan las mujeres y si son así, maduritas como tú, mucho más.
Madurita, me ha llamado madurita. Jolín esto se está poniendo cada vez más prometedor.
Me sale la ira por los ojos y le digo:
Me voy a poner los cascos para hacer como que no he oído: primero que estas intentando ligar conmigo y segundo que me acabas
de llamar madurita. Además, que sepas que estoy casada.
No soy celoso, Chata-
me contesta.
Yo no sabía como salir de la situación. Afortunadamente pasó mi cuñado por delante de nosotros que iba a las cintas a correr -os
diré que está cachas como Russell Crowe en Gladiator- y le dije:
Pues nada, díselo a mi marido que está aquí mismo
.
Le digo:
Mira es este
.
Vaya, pues sí que ha cambiado tu marido desde el sábado a hoy. ¿Le han quitado la gafas? ¿Y se ha puesto cachas en 3 días?
Mi cuñado se limitó a sonreír y a esperar con cara de póker a ver de qué iba la situación.
Cuando se dio cuenta de que Induráin estaba intentando ligar conmigo va y le dice:
-¡Hombre! Espera que os hago una foto juntos, los dos mejores de la clase de spinning juntos.
Induráin me coge de la cintura y, con un tirón fuerte, me pega bien a su cuerpo para la foto y me dice:
Ay, pero ¡qué rellena estás,
Chatina! Tú engañas.
Yo miro a mi cuñado con cara de: ¡
De esta te vas a enterar, te la voy a guardar para siempre!
Y mi cuñado disfrutando de la situación como en su vida, nos hace la foto y le dice:
Tú cuídamela bien que está muy sola, que su marido está siempre de viaje.
Ahora entiendo por qué le das tanto al pedal, Chatina.
Señor, ¿por qué me castigas así?
Pin-piiin
, mensaje de WhatasApp.
Mi cuñado ha mandado la foto al chat “familia” diciendo:
Love is in the air. “La cuña” ha ligado en el gimnasio.
Le voy a matar pero, de verdad, en este momento le odio infinito.
Pero lo que peor me sentó fue Cari que contestó con un:
Jajajaja.
Bueno, Chatina, pues te espero fuera mientras te duchas.
¡Dios mío! No me voy a poder ir de aquí. Se ha quedado en la entrada donde los tornos esperando a que salga del vestuario.
Me paso un rato allí escondida pero pienso: No puedo quedarme aquí todo el día esperando a que se canse y se vaya.
Lo único que se me ocurre es salir a 4 patas por la puerta de servicio del personal hasta el mostrador de recepción.
Cuando llego a la altura de la chica de recepción le hago:
Chisss chisssss, Sheila.
Sheila me mira flipada y le digo.
No me mires, que ese tío de ahí está esperándome para tomar un café y tengo que salir de aquí antes de que me vea.
Sheila mira al frente como una autómata y casi le da un ataque de risa con la situación.
Sheila, ábreme la puerta para poder salir.
No puedo, tienes que pasar la tarjeta.
No tengo la tarjeta, no tengo ni el bolso, lo he dejado todo en la taquilla.
Por favor, Sheila, te suplico que me hagas salir de aquí.
En ese momento sale el chico que lleva el carrito de las toallas y Sheila le dice:
No te preocupes, Fernando, que ya llevo yo el carrito hasta el camión de la lavandería.
Me susurra:
Métete detrás y vamos saliendo.
Así que allí me veis, caminando a cuatro patas a la vez que el carrito lleno de bolsas de tela cargadas de toallas.
De repente, suena el teléfono de recepción y Sheila murmura:
Espera que tengo que contestar
.
Así que allí me quedo agachadita en cuclillas detrás del carrito esperando a que Sheila termine de contestar la llamada. Me siento
un poco ridícula cuando la gente que entra en el gimnasio me mira como si estuviera loca.
Alguien se pone a mi altura y me dice en susurros:
¿Qué haces aquí agachada, detrás de un carrito? ¿Te persigue alguien, Cariño? ¿No puedes salir por la puerta como todo el
mundo?
Me pongo de pie de un salto y le grito a Induráin:
Bueno, lo siento, pero ha venido mi marido a buscarme y me tengo que ir. Hasta luego.
Conseguimos salir a la calle y Cari y yo, muertos de risa.
He venido a salvarte después de ver la foto en el WhatsApp.
Gracias Cari, eres mi héroe.
He tenido que darme de baja del gimnasio. Esta me la paga mi cuñado.
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