El Agro-cumpleaños

El Agro-cumpleaños

Esta semana, mi hija de 7 años se ha hecho vegana. Vegana por convicción, vegana pos-traumática, vegana para siempre.

Todo empezó el sábado pasado cuando la invitaron a un cumpleaños “diferente”. Un cumpleaños agrícola.

 

-Vamos a ver animales y a ordeñar una vaca- me contó emocionada. Va a ser muy divertido Mami. Los padres tenéis que venir a acompañarnos.

Yo encantada fui con ella.

El cumpleaños era en una granja con vacas, cabras, cochinillos, gallinas, todo tipo de animales.

Y pensé: ¡Qué bien! Va a ser muy instructivo para ella.

Mi hija se baja del coche y… ¡Bingo! pisa una caca de vaca. Le cambio las zapatillas por una par de botas y me dice:

-¡Qué asco! Me quiero marchar a casa.

 Dije para mis adentros: Pues no te queda nada. Te quiero ver cogiéndole la ubre a la vaca. ¡Bienvenida al campo!

 

Lo primero que nos enseñaron fue el gallinero, con sus gallinas, sus pollitos, sus huevos a punto de romperse.

Vimos a un pollito salir del cascarón, una maravilla de la naturaleza. Disfrutamos mucho.

Nos enseñaron las gallinas ponedoras.

Uno de los niños pregunto: ¿Y por dónde sale el huevo?

La monitora le explicó por dónde salían los huevos e inmediatamente mi hija me miró y me dijo:

-¡Qué asco! No pienso volver a comer una cosa que sale por el mismo sitio que la caca.

-Tiene una cáscara, Hija. Sólo te comes lo de dentro.

-No me importa, Mamá. Es repugnante.

Salimos del gallinero y nos llevaron al huerto.

Allí nos dieron un cubo con abono orgánico para echar a las zanahorias. La verdad es que olía fatal. El cumpleaños era una inmersión en lo más profundo de la vida agrícola, que digo yo que con haber visto las plantas de la zanahorias y arrancar dos o tres hubiera bastado.

La monitora nos explicó cómo había sido fabricado el abono: Lo traen directamente desde el establo, es todo natural. Mi pobre hija quería morirse. Tanta naturaleza la estaba matando.

-¿Quieren que vayamos repartiendo caca de vaca por las plantas? Pero… ¿es que las plantas se comen caca de vaca?

-Sí, Hija, se alimentan de este abono.

-No quiero comer más verduras en la vida. ¿Las frutas también comen eso, Mamá?

-No, Hija. No creo que abonen mucho los árboles.

Mentí como una bellaca porque ya estaba bien con eliminar huevos y verduras de la dieta, algo de alimento nos tenía que quedar y el abanico se iba reduciendo a pasos agigantados. ¡Menuda idea esta del agro-cumpleaños!

 

Llegamos a la puerta del establo.

-Bueno, niños, aquí lo que vamos a hacer es ordeñar una vaca. Hay 6 vacas como somos 12, vamos a hacer grupos de 2 personas.

Asignaron los grupos, cada dos niños iban con un adulto que les enseñaba a ordeñar.

Mi hija casi se desmaya al entrar en el establo con el hedor a vaca.

Ella, pobre mía, estaba acostumbrada a ver las vacas en el Zoo de Boston, en el que hay una zona “Granja Escuela” donde tienen a los animales que más que animales de granja, parecen peluches. Están limpios, aseados y brillan. Mi hija pensó que todas las granjas eran igual de asépticas. ¡Pobre mía! Desconocía la vida rural.

-Mamá, huele fatal, me quiero marchar.

-No podemos, Hija, así es como huelen los animales

-Pues ¡qué asco!

Nos colocamos a la altura de la vaca y nos dice el granjero: Esta es Lucera.

Y Lucera para saludarnos se tira un pedo enorme en la cara de mi hija que le levanta hasta los pelos.

Ella, como respuesta a tan sonoro saludo, le echa una vomitona de impresión en el suelo.

Inmediatamente, llegan unos cochinillos y se lo comen, a lo que mi hija responde con otra vomitona.

Creo que todo esto es culpa de Cari y mía que somos demasiado urbanos.

-Bueno -dice el granjero- esto son cosas que pasan, Guapa. Estas niñas de ciudad… que están sin curtir.

 

-Ven aquí que le vas a tirar a la vaca de la ubre para sacarle la leche. Ya verás cómo te diviertes.

Mi pequeña no se atreve a decir que no, se coloca donde le dice el granjero y, con mano temblorosa, intenta tirar de la ubre, pero de allí no sale nada más que el gemido de la vaca porque le está haciendo daño.

-Tira otra vez, con más fuerza, guapa- le grita el granjero.

Mi hija obedece y le pega un tirón a la vaca que se enfada, da marcha atrás y me mete a mi un empujón que me tira, y caigo encima de toda la porquería que había amontonada para crear estiércol. ¡Qué asco, de verdad!

Se me acerca la mamá del cumple y  me dice:

- Vaya, lo siento. Habrás traído ropa de recambio, ¿no?

- Pues, no -le respondo con un odio en la voz que se me nota a la legua, con una expresión diciendo, ¿no podrías haber hecho un cumpleaños de hacer magdalenas como todo el mundo?

-He traído ropa de recambio para la niña, pero no pensé que las mamás la fuéramos a necesitar.

 

El granjero saca su móvil, llama a su mujer y le dice que venga a buscarme que necesito que me presten ropa limpia.

¡Ayyy! Me teníais que haber visto con mi modelito “Granjero busca esposa”, con camisa talla xxl y unos pantalones talla 52 sujetos con un cinturón. La ropa me la cambié, pero el olor a estiércol todavía lo tengo en el pelo.

 

-Cuando mi hija termina de ordeñar me dice: ¡Qué asco! Nunca más voy a tomar leche, las ubres estaban llenas de moscas.

 

Yo creo que mi hija y yo tenemos un problema mental, porque no es normal que todo el mundo disfrute con este tipo de cumpleaños menos nosotras. Ya hemos eliminado de la dieta las verduras, los huevos y la leche. Vamos por la senda correcta.

 

-Ahora vamos a merendar, niños- dice la monitora- Todo lo que comamos es de esta granja, la tarta está hecha con huevos de nuestras gallinas, leche de nuestras vacas y fresas de nuestro huerto.

 

Mi hija se quería morir. Ya sabía que casi todo lo que iba a comer estaba de alguna manera relacionado con la caca: las plantas con su estiércol, los huevos y su salida, la leche y las moscas. En fin, que me suplicó marcharnos a casa porque ya había tenido suficiente. No quiso quedarse ni a la actuación del payaso.

 

Mi pequeña que pensaba que todo salía de las estanterías del supermercado, tan blancas, tan limpias, tan colocadas y resulta que todo alimento que a ella le gusta sale de un lugar donde huele fatal, hay moscas o están abonados con estiércol.

Es dura la vida, es duro crecer y darse cuenta de la realidad, pero lo de mi hija es ya un poco extremista.

 

De vuelta, en el coche me dice:

-Mamá, nunca más voy a volver a comer algo que haya salido de una granja.

-Bueno, Hija, en realidad, tendrías que comer piedras para no comer algo de una granja.

-Me refiero a que no quiero que maten algo para tener que comérmelo yo, no quiero comerme algo que tenga una mamá.

-Ay, Hija. lo que podemos hacer es que en vez de comer algo que salga de una granja, comemos algo que salga del supermercado que está mucho más limpio.

-¡Vale! Pero no quiero ni huevos, ni leche, ni verduras aunque salgan del supermercado- me contesta.

Está visto que no la engaño, no.

Y es así como desde ese día, y ya han pasado 4, que la niña sólo come frutas.

Esperemos que se le pase pronto.

Posted on 14/03/2016 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 2679

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Esta semana, mi hija de 7 años se ha hecho vegana. Vegana por convicción, vegana pos-traumática, vegana para siempre.

Todo empezó el sábado pasado cuando la invitaron a un cumpleaños “diferente”. Un cumpleaños agrícola.

 

-Vamos a ver animales y a ordeñar una vaca- me contó emocionada. Va a ser muy divertido Mami. Los padres tenéis que venir a acompañarnos.

Yo encantada fui con ella.

El cumpleaños era en una granja con vacas, cabras, cochinillos, gallinas, todo tipo de animales.

Y pensé: ¡Qué bien! Va a ser muy instructivo para ella.

Mi hija se baja del coche y… ¡Bingo! pisa una caca de vaca. Le cambio las zapatillas por una par de botas y me dice:

-¡Qué asco! Me quiero marchar a casa.

 Dije para mis adentros: Pues no te queda nada. Te quiero ver cogiéndole la ubre a la vaca. ¡Bienvenida al campo!

 

Lo primero que nos enseñaron fue el gallinero, con sus gallinas, sus pollitos, sus huevos a punto de romperse.

Vimos a un pollito salir del cascarón, una maravilla de la naturaleza. Disfrutamos mucho.

Nos enseñaron las gallinas ponedoras.

Uno de los niños pregunto: ¿Y por dónde sale el huevo?

La monitora le explicó por dónde salían los huevos e inmediatamente mi hija me miró y me dijo:

-¡Qué asco! No pienso volver a comer una cosa que sale por el mismo sitio que la caca.

-Tiene una cáscara, Hija. Sólo te comes lo de dentro.

-No me importa, Mamá. Es repugnante.

Salimos del gallinero y nos llevaron al huerto.

Allí nos dieron un cubo con abono orgánico para echar a las zanahorias. La verdad es que olía fatal. El cumpleaños era una inmersión en lo más profundo de la vida agrícola, que digo yo que con haber visto las plantas de la zanahorias y arrancar dos o tres hubiera bastado.

La monitora nos explicó cómo había sido fabricado el abono: Lo traen directamente desde el establo, es todo natural. Mi pobre hija quería morirse. Tanta naturaleza la estaba matando.

-¿Quieren que vayamos repartiendo caca de vaca por las plantas? Pero… ¿es que las plantas se comen caca de vaca?

-Sí, Hija, se alimentan de este abono.

-No quiero comer más verduras en la vida. ¿Las frutas también comen eso, Mamá?

-No, Hija. No creo que abonen mucho los árboles.

Mentí como una bellaca porque ya estaba bien con eliminar huevos y verduras de la dieta, algo de alimento nos tenía que quedar y el abanico se iba reduciendo a pasos agigantados. ¡Menuda idea esta del agro-cumpleaños!

 

Llegamos a la puerta del establo.

-Bueno, niños, aquí lo que vamos a hacer es ordeñar una vaca. Hay 6 vacas como somos 12, vamos a hacer grupos de 2 personas.

Asignaron los grupos, cada dos niños iban con un adulto que les enseñaba a ordeñar.

Mi hija casi se desmaya al entrar en el establo con el hedor a vaca.

Ella, pobre mía, estaba acostumbrada a ver las vacas en el Zoo de Boston, en el que hay una zona “Granja Escuela” donde tienen a los animales que más que animales de granja, parecen peluches. Están limpios, aseados y brillan. Mi hija pensó que todas las granjas eran igual de asépticas. ¡Pobre mía! Desconocía la vida rural.

-Mamá, huele fatal, me quiero marchar.

-No podemos, Hija, así es como huelen los animales

-Pues ¡qué asco!

Nos colocamos a la altura de la vaca y nos dice el granjero: Esta es Lucera.

Y Lucera para saludarnos se tira un pedo enorme en la cara de mi hija que le levanta hasta los pelos.

Ella, como respuesta a tan sonoro saludo, le echa una vomitona de impresión en el suelo.

Inmediatamente, llegan unos cochinillos y se lo comen, a lo que mi hija responde con otra vomitona.

Creo que todo esto es culpa de Cari y mía que somos demasiado urbanos.

-Bueno -dice el granjero- esto son cosas que pasan, Guapa. Estas niñas de ciudad… que están sin curtir.

 

-Ven aquí que le vas a tirar a la vaca de la ubre para sacarle la leche. Ya verás cómo te diviertes.

Mi pequeña no se atreve a decir que no, se coloca donde le dice el granjero y, con mano temblorosa, intenta tirar de la ubre, pero de allí no sale nada más que el gemido de la vaca porque le está haciendo daño.

-Tira otra vez, con más fuerza, guapa- le grita el granjero.

Mi hija obedece y le pega un tirón a la vaca que se enfada, da marcha atrás y me mete a mi un empujón que me tira, y caigo encima de toda la porquería que había amontonada para crear estiércol. ¡Qué asco, de verdad!

Se me acerca la mamá del cumple y  me dice:

- Vaya, lo siento. Habrás traído ropa de recambio, ¿no?

- Pues, no -le respondo con un odio en la voz que se me nota a la legua, con una expresión diciendo, ¿no podrías haber hecho un cumpleaños de hacer magdalenas como todo el mundo?

-He traído ropa de recambio para la niña, pero no pensé que las mamás la fuéramos a necesitar.

 

El granjero saca su móvil, llama a su mujer y le dice que venga a buscarme que necesito que me presten ropa limpia.

¡Ayyy! Me teníais que haber visto con mi modelito “Granjero busca esposa”, con camisa talla xxl y unos pantalones talla 52 sujetos con un cinturón. La ropa me la cambié, pero el olor a estiércol todavía lo tengo en el pelo.

 

-Cuando mi hija termina de ordeñar me dice: ¡Qué asco! Nunca más voy a tomar leche, las ubres estaban llenas de moscas.

 

Yo creo que mi hija y yo tenemos un problema mental, porque no es normal que todo el mundo disfrute con este tipo de cumpleaños menos nosotras. Ya hemos eliminado de la dieta las verduras, los huevos y la leche. Vamos por la senda correcta.

 

-Ahora vamos a merendar, niños- dice la monitora- Todo lo que comamos es de esta granja, la tarta está hecha con huevos de nuestras gallinas, leche de nuestras vacas y fresas de nuestro huerto.

 

Mi hija se quería morir. Ya sabía que casi todo lo que iba a comer estaba de alguna manera relacionado con la caca: las plantas con su estiércol, los huevos y su salida, la leche y las moscas. En fin, que me suplicó marcharnos a casa porque ya había tenido suficiente. No quiso quedarse ni a la actuación del payaso.

 

Mi pequeña que pensaba que todo salía de las estanterías del supermercado, tan blancas, tan limpias, tan colocadas y resulta que todo alimento que a ella le gusta sale de un lugar donde huele fatal, hay moscas o están abonados con estiércol.

Es dura la vida, es duro crecer y darse cuenta de la realidad, pero lo de mi hija es ya un poco extremista.

 

De vuelta, en el coche me dice:

-Mamá, nunca más voy a volver a comer algo que haya salido de una granja.

-Bueno, Hija, en realidad, tendrías que comer piedras para no comer algo de una granja.

-Me refiero a que no quiero que maten algo para tener que comérmelo yo, no quiero comerme algo que tenga una mamá.

-Ay, Hija. lo que podemos hacer es que en vez de comer algo que salga de una granja, comemos algo que salga del supermercado que está mucho más limpio.

-¡Vale! Pero no quiero ni huevos, ni leche, ni verduras aunque salgan del supermercado- me contesta.

Está visto que no la engaño, no.

Y es así como desde ese día, y ya han pasado 4, que la niña sólo come frutas.

Esperemos que se le pase pronto.

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