
La alarma
El otro día nos ocurrió un incidente curioso: nos tiraron huevos a la fachada de casa. No nos pasó solo a nosotros, sino a todos los residentes de la urbanización, así que la policía nos sugirió a todos los vecinos que activáramos la alarma que la comunidad nos proporciona para estar más seguros.
Así lo hice. Cuando los niños ya se habían acostado, activé la alarma y nos metimos en la cama.
La verdad es que descansa uno mucho más tranquilo. Dormimos todos como ángeles hasta que a la 1.30 mi hija pequeña empieza a llorar y, cuando medio zombie y sonámbula llego a la altura del pasillo, la alarma salta casi con tanta fuerza como lo hace mi corazón. Casi me quedo allí tiesa del susto.
Echo a correr para intentar acallar aquel escándalo. Introduzco el código de seguridad y, por supuesto, me equivoco.
Quedan dos intentos- dice el aparato.
Vuelvo a meter el número. Esta vez funciona.
Voy al cuarto de mi hija que está ya presa de un ataque de nervios. Calmo a toda la casa y les digo que se vuelvan a acostar.
Una vez están todos dormidos, vuelvo a poner la alarma y me meto en la cama.
En ese momento, Cari me dice:
Si tienes que levantarte otra vez, acuérdate de que tienes aquí el mando para desactivar la alarma antes de salir al pasillo.
-Ya lo sé Cari, es que estaba muy dormida.
2.05: Mi hija me vuelve a despertar, ¿A que creeréis que hago saltar la alarma otra vez?
Pues no, me doy cuenta justo a tiempo y decido hacer como Tom Cruise en Misión Imposible; me tiro al suelo y ruedo para evitar los rayos infrarrojos. Me desplazo algo así como medio centímetro fuera de la habitación cuando la alarma vuelve a saltar de nuevo.
Echo a correr, pero esta vez la desactivo en 3 segundos.
Cari se acerca y me dice:
-¿Por qué no pruebas a usar el mando en vez de salir rodando de la habitación? Esa táctica no te funciona.
Cari sugiere que lo mejor es no volver a activar la alarma, pero mi hija mediana nos dice que sin ella no puede dormir.
Pues con ella tampoco - pienso yo.
La activo, me acuesto y nadie más se vuelve a despertar en toda la noche… nadie menos Cari que, a las 4 de la mañana, tiene tanta sed que decide acercarse a la cocina a beber un vaso de Coca Cola.
Salta otra vez la alarma y esta vez me pilla en la cama así que, aunque esté mal decirlo, me recorre un latigazo de satisfacción, no soy la única.
Cari desactiva la alarma y al poco, llaman a la puerta.
Pienso: ¡Ay, Dios mío! Debe ser la Policía que viene a ver si nos han robado. Salgo corriendo de la cama, me tiro encima de la mirilla y veo a mi vecina Carlota en camisón. Abro.
-Hola Carlota – le digo muy sonriente- ¿Cómo tú por aquí a estas horas?
-Pues ya ves, no podía dormir y he decidido dar una vuelta por el vecindario – me responde con cara de: Si pudiera, te daría un puñetazo en toda la nariz – Veo que estáis teniendo problemas con la alarma.
- ¿No me digas que os hemos despertado?
- No te lo digo, te lo cuento. A nosotros y a los vecinos del A del B, del C y hasta los del J.
- ¡Ay, cuánto lo siento!- le digo. No te preocupes que no voy a volver a activarla. No quería molestar a nadie, pero es que con niños pequeños sin querer salta.
- No os habéis leído el libro de instrucciones, ¿verdad?
- Sí, claro que lo hemos leído. Cari me da un codazo porque sabe que estoy mintiendo.
- ¿Te habrás saltado la parte en la que explica que, cuando estás dentro de la casa, debes activar la alarma exterior que sólo salta cuando se abren las puertas?
- Ah, pues igual sí. Debe ser que faltan esas páginas en el manual. ¡Cuánto te lo agradezco, Carlota!
- No me lo agradezcas y entérate de cómo se hace para que así podamos dormir todos.
Y así fue como aprendí que las alarmas tienen dos programas.
Es que una es de pueblo.