La San Silvestre

La San Silvestre

Comida familiar. Me encantan las comidas familiares. Siempre salgo con un marrón en cada una de ellas y esta no iba a ser una excepción.

- Este año vamos a correr los tres La San Silvestre- dice mi hermano

- ¿Qué tres? – le pregunto

- Tu cuñado, tú y yo – me responde

- No, no me apunto a eso – le contesto tajante.

- Ya estás apuntada, así que tienes que correr porque, además, este año es con un chip electrónico para medir el recorrido y ya he pagado tu dorsal.

- No estoy entrenada para correr-insisto.

- ¡Yo te entreno!- dice mi cuñado. Tenemos todavía dos meses. En ese tiempo haré de ti toda una atleta.

¡Qué suerte tengo! Podría decirles que sufro de incontinencia urinaria que es lo único que se me ocurre para salir de este lío pero para qué, si me van a decir que qué es eso.

-Mañana a las 6.00 te paso a buscar – me dice todo ilusionado mi cuñado.

- No puedo. Los niños a esa hora hacen los deberes y ayudo a las niñas.

-Nooo. A las 6:00, pero de la mañana. A esa hora no tienes ninguna obligación. Para las 7:15 estás en casa, lista para levantar a los peques.

Bueno, como veréis escapatoria, ninguna.

A las 6 en punto de la mañana siguiente recibo un whats app de mi cuñado:

-En media hora te espero abajo.

No me queda más remedio que ducharme, vestirme y bajar

Nunca, os digo nunca, empecéis a correr con alguien que lleva 20 años corriendo.

A los 5 minutos yo estaba que no me llegaba el oxígeno, no voy a decir al cerebro, os digo a los pulmones y mi cuñado corriendo como si no estuviera haciendo nada. No corría, flotaba por la calle.

Me quemaba la garganta al intentar respirar. Cada inhalación era como una puñalada que me entraba por la boca.

-No te pares ahora que lo estás haciendo genial- me grita mi cuñado, que va un kilómetro por delante de mí.

Empecé a pensar en un intento de desmayo, tirarme al suelo y que viniera el SAMUR directamente a recogerme, y cuando llevábamos ya un buen rato decidí que en el próximo semáforo prefería que me pillase un coche a seguir con ese tormento.

-Venga que se note ese gimnasio, por Dios- me gritaba

Miro el pulsómetro, 172 pulsaciones por minuto, estoy a punto de infartar.

Llegamos al siguiente semáforo y cruzo sin mirar, con la mala suerte de que a las 6:15 de la mañana no hay ningún coche para pillarte.

-Oye, la primera regla del running en ciudad es mirar antes de cruzar – me dijo mi cuñado enfadado.

- Quiero volver a casa – fue lo único que le dije.

Creo que mi cuñado se apiadó de mí y dijo:

Bueno pues  vamos a dar la vuelta e ir para casa.

Al día siguiente, la cosa no fue mejor; se le ocurrió que, antes de correr, teníamos que hacer 800 flexiones y 5000 sentadillas porque, según él, me veía sin fondo físico.

800 flexiones, 5000 sentadillas después y media hora corriendo por la ciudad en donde no encontré ningún coche al que tirarme en plancha. Llegué a casa y me juré a mí misma que en otra así no me iba a pillar mi cuñado. No tenía fondo para correr la San Silvestre, pero tampoco lo quería.

Tenía que inventarme algo para que, al día siguiente, me fuera imposible quedar.

Lo intenté todo, me busqué mil excusas, pero no coló ninguna. Cuando le dije que la pequeña tenía fiebre, habló con Cari para que se ocupara de ella el rato que íbamos a correr. Cuando le dije que tenía un viaje de trabajo me contestó: Pero eso era la semana que viene, ¿te acuerdas? Me quedo yo con los niños.

Así que no me dejó muchas opciones. Me dormí con el móvil debajo de la cara para que sonase la alarma, pero sólo en vibración y a las 5:35 de la mañana, me levanté, cogí las llaves de casa, las llaves del coche, una manta y como una furtiva me escabullí hasta el garaje y me metí en el coche.

Me senté en la parte posterior apoyando la espalda en la puerta hecha una bola y tapada con una manta para que pareciera que era parte del sillón muy quietecita para que no me encontrara.

Me llevé el móvil, craso error.

5:55

-¡Venga perezosa! Baja que ya vamos tarde, que hoy toca cross-fit antes de correr.

¡Uy ,sí! ¡Cross-fit te voy a dar yo a ti! – pensé. Pero yo, muda.

6:05

-¿Dónde te has metido?- era Cari preguntando que dónde estaba.- Ya llegas tarde al entrenamiento.

Yo quieta como una muerta, no fueran a ver que estaba leyendo los mensajes.

5:06 en el chat de “Cuñados” Cari que le dice:

- En casa no está

- ¿Y qué dice el Find My IPhone? – le pregunta mi cuñado.

Mecachis, no me tenía que haber traído el móvil.

-Dice que está en casa, lo cual no es posible, porque la llamo y no suena- contesta Cari

-Puede estar en silencio – dice mi cuñado

Jolín, ¡por Dios! Cuantas molestias por un entrenamiento. Pero yo seguía sin contestar, debajo de la manta mirando el móvil casi sin respirar.

Cuando de repente, siento como la puerta no me sujeta más la espalda. Me caigo del coche, y cuando estoy en el suelo como un bicho bola, abro los ojos y los veo allí a los dos, a Cari y a mi cuñado mirándome.

-Ya te dije que estaba aquí escondida- le dice mi cuñado a Cari- Si la conoceré yo.

-¿No te parece esto un poco infantil?- me pregunta - Si no querías correr, habérmelo dicho

-Te lo he dicho- le dije- Os dije que no quería correr la San Silvestre.

- Me has decepcionado -me contesta.

-Pues ya somos dos decepcionados- le dije yo

-A ver, no os pongáis ahora a discutir por esta tontería- dice Cari

-No es una tontería- le gritamos los dos a la vez.

Así que, de momento, estamos en una separación de hecho. No nos hablamos y todo por una San Silvestre.

A ver cómo hago ahora para recuperar a mi Cuñado y sobre todo, a ver qué hace él para recuperarme a mí.

Posted on 30/10/2016 Home, Pingüineando/ Penguin..., Últimos post 0 1685

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Comida familiar. Me encantan las comidas familiares. Siempre salgo con un marrón en cada una de ellas y esta no iba a ser una excepción.

- Este año vamos a correr los tres La San Silvestre- dice mi hermano

- ¿Qué tres? – le pregunto

- Tu cuñado, tú y yo – me responde

- No, no me apunto a eso – le contesto tajante.

- Ya estás apuntada, así que tienes que correr porque, además, este año es con un chip electrónico para medir el recorrido y ya he pagado tu dorsal.

- No estoy entrenada para correr-insisto.

- ¡Yo te entreno!- dice mi cuñado. Tenemos todavía dos meses. En ese tiempo haré de ti toda una atleta.

¡Qué suerte tengo! Podría decirles que sufro de incontinencia urinaria que es lo único que se me ocurre para salir de este lío pero para qué, si me van a decir que qué es eso.

-Mañana a las 6.00 te paso a buscar – me dice todo ilusionado mi cuñado.

- No puedo. Los niños a esa hora hacen los deberes y ayudo a las niñas.

-Nooo. A las 6:00, pero de la mañana. A esa hora no tienes ninguna obligación. Para las 7:15 estás en casa, lista para levantar a los peques.

Bueno, como veréis escapatoria, ninguna.

A las 6 en punto de la mañana siguiente recibo un whats app de mi cuñado:

-En media hora te espero abajo.

No me queda más remedio que ducharme, vestirme y bajar

Nunca, os digo nunca, empecéis a correr con alguien que lleva 20 años corriendo.

A los 5 minutos yo estaba que no me llegaba el oxígeno, no voy a decir al cerebro, os digo a los pulmones y mi cuñado corriendo como si no estuviera haciendo nada. No corría, flotaba por la calle.

Me quemaba la garganta al intentar respirar. Cada inhalación era como una puñalada que me entraba por la boca.

-No te pares ahora que lo estás haciendo genial- me grita mi cuñado, que va un kilómetro por delante de mí.

Empecé a pensar en un intento de desmayo, tirarme al suelo y que viniera el SAMUR directamente a recogerme, y cuando llevábamos ya un buen rato decidí que en el próximo semáforo prefería que me pillase un coche a seguir con ese tormento.

-Venga que se note ese gimnasio, por Dios- me gritaba

Miro el pulsómetro, 172 pulsaciones por minuto, estoy a punto de infartar.

Llegamos al siguiente semáforo y cruzo sin mirar, con la mala suerte de que a las 6:15 de la mañana no hay ningún coche para pillarte.

-Oye, la primera regla del running en ciudad es mirar antes de cruzar – me dijo mi cuñado enfadado.

- Quiero volver a casa – fue lo único que le dije.

Creo que mi cuñado se apiadó de mí y dijo:

Bueno pues  vamos a dar la vuelta e ir para casa.

Al día siguiente, la cosa no fue mejor; se le ocurrió que, antes de correr, teníamos que hacer 800 flexiones y 5000 sentadillas porque, según él, me veía sin fondo físico.

800 flexiones, 5000 sentadillas después y media hora corriendo por la ciudad en donde no encontré ningún coche al que tirarme en plancha. Llegué a casa y me juré a mí misma que en otra así no me iba a pillar mi cuñado. No tenía fondo para correr la San Silvestre, pero tampoco lo quería.

Tenía que inventarme algo para que, al día siguiente, me fuera imposible quedar.

Lo intenté todo, me busqué mil excusas, pero no coló ninguna. Cuando le dije que la pequeña tenía fiebre, habló con Cari para que se ocupara de ella el rato que íbamos a correr. Cuando le dije que tenía un viaje de trabajo me contestó: Pero eso era la semana que viene, ¿te acuerdas? Me quedo yo con los niños.

Así que no me dejó muchas opciones. Me dormí con el móvil debajo de la cara para que sonase la alarma, pero sólo en vibración y a las 5:35 de la mañana, me levanté, cogí las llaves de casa, las llaves del coche, una manta y como una furtiva me escabullí hasta el garaje y me metí en el coche.

Me senté en la parte posterior apoyando la espalda en la puerta hecha una bola y tapada con una manta para que pareciera que era parte del sillón muy quietecita para que no me encontrara.

Me llevé el móvil, craso error.

5:55

-¡Venga perezosa! Baja que ya vamos tarde, que hoy toca cross-fit antes de correr.

¡Uy ,sí! ¡Cross-fit te voy a dar yo a ti! – pensé. Pero yo, muda.

6:05

-¿Dónde te has metido?- era Cari preguntando que dónde estaba.- Ya llegas tarde al entrenamiento.

Yo quieta como una muerta, no fueran a ver que estaba leyendo los mensajes.

5:06 en el chat de “Cuñados” Cari que le dice:

- En casa no está

- ¿Y qué dice el Find My IPhone? – le pregunta mi cuñado.

Mecachis, no me tenía que haber traído el móvil.

-Dice que está en casa, lo cual no es posible, porque la llamo y no suena- contesta Cari

-Puede estar en silencio – dice mi cuñado

Jolín, ¡por Dios! Cuantas molestias por un entrenamiento. Pero yo seguía sin contestar, debajo de la manta mirando el móvil casi sin respirar.

Cuando de repente, siento como la puerta no me sujeta más la espalda. Me caigo del coche, y cuando estoy en el suelo como un bicho bola, abro los ojos y los veo allí a los dos, a Cari y a mi cuñado mirándome.

-Ya te dije que estaba aquí escondida- le dice mi cuñado a Cari- Si la conoceré yo.

-¿No te parece esto un poco infantil?- me pregunta - Si no querías correr, habérmelo dicho

-Te lo he dicho- le dije- Os dije que no quería correr la San Silvestre.

- Me has decepcionado -me contesta.

-Pues ya somos dos decepcionados- le dije yo

-A ver, no os pongáis ahora a discutir por esta tontería- dice Cari

-No es una tontería- le gritamos los dos a la vez.

Así que, de momento, estamos en una separación de hecho. No nos hablamos y todo por una San Silvestre.

A ver cómo hago ahora para recuperar a mi Cuñado y sobre todo, a ver qué hace él para recuperarme a mí.

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