Las pizzas

Las pizzas

Yo me creí que cuando me había cambiado de piso hace ahora unos meses había avisado a todo el mundo, pero no fue así. Me olvidé de alguien importante.

Todo empezó el lunes pasado en la fiesta de Halloween que, como todos los años, montamos en casa. Invitamos a 15 compañeros por clase, que por 3 hijos arroja la friolera de 45 niños a los cuales se unieron bastantes padres. A las 7 de la tarde éramos más o menos 60 personas en casa.

Había gente allá donde fueras, en las habitaciones, en los baños, en la terraza, en la cocina.

Yo, la verdad, es que no hice una buena previsión de cuanta gente iba a venir y a las 8 de la tarde nos habíamos quedado sin comida.

-Cari, se han acabado las empanadas y los bollitos. No quedan dulces ,ni patatitas. ¿Qué hacemos?

- Bajo yo ahora y compro en el súper algo más.

- Ya, pero no me voy a poner a cocinar ahora. Además, es que no tengo ni sitio.

- Vamos a pedir unas pizzas- me dice Cari. Pide 10 pizzas familiares de distintos tipos y con eso cenamos todos.

- Voy a internet y veo las ofertas del día. Pocas había, la verdad.

Era Halloween y no lo tenían computado como día de diario pero, por suerte, encontré en Telepizza oferta de 50% en la segunda unidad.

Genial, la verdad es que hace mucho que no hacemos un pedido a Telepizza. Desde que Alberto, el repartidor, se quedó de baja porque tuvo un accidente con la moto ya no tenía gracia llamar.

Pedí las pizzas para las 20:45 porque todos los niños decidieron que querían cenar pronto y ver una peli de miedo, a lo cual los padres entusiasmados se apuntaron con unas buenas copas de vino.

 Bueno, pues ya teníamos plan para el resto de la noche, aunque estuviera un poco fuera de programa. Cari y yo nos apuntamos, nos encanta tener gente en casa.

A las 20:46 los niños ya se empezaron a impacientar. El pedido no llegaba. A las 20.50 no podíamos controlarlos. Recibimos una llamada:

- Sí, hola, buenas tardes. Llamo de Telepizza. Tengo al teléfono al repartidor y me dice que no le abren la puerta.

- Pues será que con tanto lío no le hemos oído. Dile que llame otra vez, por favor. Gracias por avisar.

- Muy bien, muchas gracias.

Nos asomamos al balcón y abajo no se ve a nadie.

Los 45 niños deciden bajar a buscarle al portal.

Suben corriendo y dicen: Abajo no hay nadie.

Ring Ring. Otra vez el móvil.

- Sí, ¿dígame?

- Si, llamo otra vez de Telepizza. Es para confirmar que la pizza ha sido entregada. El repartidor no me contesta, seguramente se ha quedado sin batería en el móvil.

- Pues hemos bajado y en el portal no está.

- Cancelo el pedido, entonces. Gracias – me dice

- Han cancelado el pedido -le digo a los niños

- Noooooooo ¡Queremos pizza, queremos pizza!

- Chicos, chicos, un poco de calma. Vamos a volver a hacer el pedido y en 20 minutos estará aquí la pizza

-Nooooo- dijeron todos a la vez- Vamos a bajar a buscar al repartidor- gritaron todos a una.

Y en tropel salieron corriendo a buscar al repartidor, pero a los 5 minutos volvieron a subir, seguidos de Cari que bajaba con ellos, diciendo que no habían encontrado a nadie

- Voy a llamar a Telepizza a ver si arreglamos esto – les digo

- Sí, hola. Acabamos de cancelar el pedido pero, ¿me podrías decir quién es el repartidor?

- Esa es una información que no le puedo proporcionar porque hay varios repartidores y no sé quién ha ido.

- Mira, la pizza no llega, si tú me dices si el repartidor es Alberto, igual yo puedo encontrarle y así os pago las 10 pizzas perdidas en vez de cancelarlas que, con el retraso que llevan, estoy en todo mi derecho de hacerlo.

-Un momento que voy a hablar con el encargado.

A los 3 minutos vuelve.

- Sí señora, le confirmo que el repartidor es Alberto - me dice.

-Muy bien, gracias.

Se me ocurre que el repartidor puede estar en la casa vieja porque nadie le haya dicho que nos hemos cambiado de dirección. Normalmente cuando veía mi nombre no comprobaba la dirección

¿Queréis acompañarme? Voy a ver si las pizzas están en la casa vieja – les pregunto a los niños-

Sólo está a 5 minutos andando.

Así que allí me tenéis con 45 niños y todos los padres caminando en pandilla en busca de Telepizza.

Según nos vamos acercando a la casa vieja, vemos que hay alguien de rojo sentado en el banco que hay delante. La moto aparcada al lado.

No puede ser más que Alberto.

Los niños se volvieron locos al verlo. Se pusieron a correr gritando:

¡Lo hemos encontrado! ¡Aquí están las pizzas!

Alberto, que nos vio venir, se puso de pie en el banco y subió las pizzas lo más alto que pudo.

Allí estaba otra vez mi Alberto rodeado de niños saltando a ver si le cogían las cajas de pizza.

-¡Hola Alberto!- le digo- Menos mal que te hemos encontrado.

-Veo que no pierde usted la costumbre de estar rodeada de una guardería entera.

-Pues ya ves que no, pero no son peligrosos. Puedes bajar los brazos.

- No, Señora, de ninguna de las manera, que si los bajo me quitan las pizzas.

- Venga, niños, dejad a Alberto en paz.

- ¿Por qué no contestaban al timbre?

Porque ya no vivimos aquí, nos hemos mudado. Anda, vente a cenar y a ver una peli y te la enseñamos

-No puedo señora, ya llevo dos pedidos de retraso y, además, con tanto niño corro peligro.

Así que volvimos a casa y nos tomamos las pizzas. Éramos tantos que solo tocamos a un pedacito cada uno.

-Llaman a la puerta. Seguramente comienzan a venir a buscar a algunos niños.

Abro y me encuentro a Alberto, con otras 10 pizzas.

-Estas corren de mi cuenta- dice Alberto- Me pareció que las otras eran pocas.

Nos pusimos como el quico, comimos pizza hasta reventar. Que majo es mi Alberto y eso que le tiene pavor a los niños…

Posted on 06/11/2016 Home, Últimos post 0 2152

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Yo me creí que cuando me había cambiado de piso hace ahora unos meses había avisado a todo el mundo, pero no fue así. Me olvidé de alguien importante.

Todo empezó el lunes pasado en la fiesta de Halloween que, como todos los años, montamos en casa. Invitamos a 15 compañeros por clase, que por 3 hijos arroja la friolera de 45 niños a los cuales se unieron bastantes padres. A las 7 de la tarde éramos más o menos 60 personas en casa.

Había gente allá donde fueras, en las habitaciones, en los baños, en la terraza, en la cocina.

Yo, la verdad, es que no hice una buena previsión de cuanta gente iba a venir y a las 8 de la tarde nos habíamos quedado sin comida.

-Cari, se han acabado las empanadas y los bollitos. No quedan dulces ,ni patatitas. ¿Qué hacemos?

- Bajo yo ahora y compro en el súper algo más.

- Ya, pero no me voy a poner a cocinar ahora. Además, es que no tengo ni sitio.

- Vamos a pedir unas pizzas- me dice Cari. Pide 10 pizzas familiares de distintos tipos y con eso cenamos todos.

- Voy a internet y veo las ofertas del día. Pocas había, la verdad.

Era Halloween y no lo tenían computado como día de diario pero, por suerte, encontré en Telepizza oferta de 50% en la segunda unidad.

Genial, la verdad es que hace mucho que no hacemos un pedido a Telepizza. Desde que Alberto, el repartidor, se quedó de baja porque tuvo un accidente con la moto ya no tenía gracia llamar.

Pedí las pizzas para las 20:45 porque todos los niños decidieron que querían cenar pronto y ver una peli de miedo, a lo cual los padres entusiasmados se apuntaron con unas buenas copas de vino.

 Bueno, pues ya teníamos plan para el resto de la noche, aunque estuviera un poco fuera de programa. Cari y yo nos apuntamos, nos encanta tener gente en casa.

A las 20:46 los niños ya se empezaron a impacientar. El pedido no llegaba. A las 20.50 no podíamos controlarlos. Recibimos una llamada:

- Sí, hola, buenas tardes. Llamo de Telepizza. Tengo al teléfono al repartidor y me dice que no le abren la puerta.

- Pues será que con tanto lío no le hemos oído. Dile que llame otra vez, por favor. Gracias por avisar.

- Muy bien, muchas gracias.

Nos asomamos al balcón y abajo no se ve a nadie.

Los 45 niños deciden bajar a buscarle al portal.

Suben corriendo y dicen: Abajo no hay nadie.

Ring Ring. Otra vez el móvil.

- Sí, ¿dígame?

- Si, llamo otra vez de Telepizza. Es para confirmar que la pizza ha sido entregada. El repartidor no me contesta, seguramente se ha quedado sin batería en el móvil.

- Pues hemos bajado y en el portal no está.

- Cancelo el pedido, entonces. Gracias – me dice

- Han cancelado el pedido -le digo a los niños

- Noooooooo ¡Queremos pizza, queremos pizza!

- Chicos, chicos, un poco de calma. Vamos a volver a hacer el pedido y en 20 minutos estará aquí la pizza

-Nooooo- dijeron todos a la vez- Vamos a bajar a buscar al repartidor- gritaron todos a una.

Y en tropel salieron corriendo a buscar al repartidor, pero a los 5 minutos volvieron a subir, seguidos de Cari que bajaba con ellos, diciendo que no habían encontrado a nadie

- Voy a llamar a Telepizza a ver si arreglamos esto – les digo

- Sí, hola. Acabamos de cancelar el pedido pero, ¿me podrías decir quién es el repartidor?

- Esa es una información que no le puedo proporcionar porque hay varios repartidores y no sé quién ha ido.

- Mira, la pizza no llega, si tú me dices si el repartidor es Alberto, igual yo puedo encontrarle y así os pago las 10 pizzas perdidas en vez de cancelarlas que, con el retraso que llevan, estoy en todo mi derecho de hacerlo.

-Un momento que voy a hablar con el encargado.

A los 3 minutos vuelve.

- Sí señora, le confirmo que el repartidor es Alberto - me dice.

-Muy bien, gracias.

Se me ocurre que el repartidor puede estar en la casa vieja porque nadie le haya dicho que nos hemos cambiado de dirección. Normalmente cuando veía mi nombre no comprobaba la dirección

¿Queréis acompañarme? Voy a ver si las pizzas están en la casa vieja – les pregunto a los niños-

Sólo está a 5 minutos andando.

Así que allí me tenéis con 45 niños y todos los padres caminando en pandilla en busca de Telepizza.

Según nos vamos acercando a la casa vieja, vemos que hay alguien de rojo sentado en el banco que hay delante. La moto aparcada al lado.

No puede ser más que Alberto.

Los niños se volvieron locos al verlo. Se pusieron a correr gritando:

¡Lo hemos encontrado! ¡Aquí están las pizzas!

Alberto, que nos vio venir, se puso de pie en el banco y subió las pizzas lo más alto que pudo.

Allí estaba otra vez mi Alberto rodeado de niños saltando a ver si le cogían las cajas de pizza.

-¡Hola Alberto!- le digo- Menos mal que te hemos encontrado.

-Veo que no pierde usted la costumbre de estar rodeada de una guardería entera.

-Pues ya ves que no, pero no son peligrosos. Puedes bajar los brazos.

- No, Señora, de ninguna de las manera, que si los bajo me quitan las pizzas.

- Venga, niños, dejad a Alberto en paz.

- ¿Por qué no contestaban al timbre?

Porque ya no vivimos aquí, nos hemos mudado. Anda, vente a cenar y a ver una peli y te la enseñamos

-No puedo señora, ya llevo dos pedidos de retraso y, además, con tanto niño corro peligro.

Así que volvimos a casa y nos tomamos las pizzas. Éramos tantos que solo tocamos a un pedacito cada uno.

-Llaman a la puerta. Seguramente comienzan a venir a buscar a algunos niños.

Abro y me encuentro a Alberto, con otras 10 pizzas.

-Estas corren de mi cuenta- dice Alberto- Me pareció que las otras eran pocas.

Nos pusimos como el quico, comimos pizza hasta reventar. Que majo es mi Alberto y eso que le tiene pavor a los niños…

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