El huracán Matthew

El huracán Matthew

-Necesitaría que me acompañases a una reunión importante en Florida ¿Puedes pedir 3 días en el trabajo y hablar con tus padres para ver si se pueden quedar con los niños? - me dijo Cari, así de sopetón, hace 10 días.

- ¿Y de qué es la reunión?

- Es con el jefe mundial de mi empresa que nos ha invitado a varios empleados con sus esposas/esposos a pasar el fin de semana en Fort Lauderdale, en su casa de fin de semana.

- Sí a todo, ya te digo que sí.

- Bueno antes de decir que sí, habla con todos y pregunta.

- No tengo que preguntar, ya te digo que estoy dispuesta a venderme por ese viaje. A hacer horas extras o lo que sea y a estar en deuda de por vida con mis padres.

Un fin de semana en el norte de Miami, en una casa de fin de semana, eso no lo he visto yo en mi vida.

Ay… ¿Estaré a la altura? ¿Tendré que llevar vestidos de noche y cosas así? Ya me veo como Joan Collins en Dinastía, con el collar de piedras preciosas y el vestido de alta costura bajando las escaleras de la mansión….

-Es un fin de semana informal, nada de etiquetas- me dice Cari. Parece que me está leyendo la mente.

¡Oooohhh! ¡Qué desilusión! Bueno, por lo menos iremos al buen tiempo y a la playa.

 

Fue un vuelo muy agradable y nada más poner un pie en Florida, sentí la llamada del pasado; estoy segura de que yo he vivido aquí en otra vida.

Llegamos a casa del jefe de Cari. Un matrimonio cubano de lo más encantador. Nos acomodaron en nuestra habitación y nos dijeron que cuando estuviéramos listos nos esperaban en la piscina.

Yo como me conozco, me limitaba a decir sí y gracias, no fuera a ser que la liase y nos quedáramos sin trabajo. Me propuse a mí misma que, pasara lo que pasara, no iba a formar parte de ello.

Y lo logré, iba todo como la seda, una maravilla. Me sentía orgullosa de mi misma.

Al día siguiente, cuando bajamos a desayunar, nos quedamos perplejos al ver que estaban clavando paneles de madera en las ventanas.

Bill, el jefe de Cari, nos dijo que en las noticias habían anunciado la presencia inminente del huracán Matthew, que la zona estaba en alerta. Que estuviéramos tranquilos porque la casa estaba equipada con un refugio anti-huracanes.

-¿Y está usted seguro, Bill, de que la casa aguantará?

-Bueno, tenemos dos opciones: meternos en el refugio o abandonar la zona y correr el riesgo de que el huracán nos arrase por la carretera.

Se me quedó una cara que debía ser un poema porque me dijo:

-No hay nada de qué preocuparse. La casa tiene un refugio que ha sobrevivido Wilma, el huracán más poderoso de la historia. Prepárese para vivir una experiencia que no va a olvidar mientras viva. Sólo nos queda ir al supermercado a por provisiones.

-Voy con usted -le digo- Ya me estaba yo metiendo en el papel.

Cuando llegamos al supermercado, aquello era como la guerra. No quedaba casi nada, pudimos comprar varios bidones de agua, pan de molde como para 2 meses y 10 kilos de mantequilla de cacahuete después de pegarnos con una señora mayor que intentaba arrebatarme los packs de sandwich.

- Al menos, con esto, podremos sobrevivir 5 días- dice Bill

- ¿Vamos a pasar encerrados en un refugio 5 días? – pregunté alucinada

- Vamos a concentrar todas nuestras fuerzas en sobrevivir, querida. Los días que tengan que ser va a ser lo de menos – dice Bill

Entiendo que la situación era muy dramática, pero yo es que le veía un puntillo de aventura de lo más emocionante. A ver, ¿cuántas veces os pasa que os pille un huracán? Pocas, ¿verdad? Pues yo esto quería vivirlo, quería poner tablones y recoger gatos en apuros y llevármelos al refugio.

No me hizo falta tanto, cuando estábamos llegando a la casa, vi a lo lejos como un reportero y su cámara estaban en serias dificultades para salir del mar porque, en su afán de informar, se habían quedado bloqueados dentro del dique.

No me lo pensé ni medio segundo ¡¡¡¡Aventura, allá voy!!!!

Le grité a Bill: ¡Pare!¡Detenga el vehículo!

Y salí corriendo mientras Bill me gritaba: ¡No salga del auto, tenemos que ir al refugio, Matthew está encima de nosotros!

Yo intentaba correr pero el viento huracanado me echaba para atrás, las gotas de lluvia me hacían daño cuando me golpeaban. Conseguí, a duras penas, llegar al dique arrastrándome cogida a la barandilla y vi que Bill estaba detrás de mí. Cuando llegamos donde estaban los chicos, él se agarró a la barandilla y yo me colgué de su brazo y le tendí la mano al cámara y al reportero que consiguieron salir.

Con mucha dificultad, entre los 4 conseguimos llegar al coche y encaminarnos hacia la casa. Todo empezaba a volar de verdad y, a través de la puerta del garaje, conseguimos entrar sanos y salvos al refugio.

Es usted la mujer más loca que he conocido en mi vida! – me gritó Bill- Pero tengo que decir que es usted valiente en igual medida. Estos dos caballeros le deben la vida.

¡Ay! Como un globo me hinché, como un pavo, no cabía en mi de gozo, por una vez no había metido la pata hasta el fondo.

Después de 3 días pudimos salir del refugio, y al día siguiente, ya había telecomunicaciones. Lo primero que hice fue escribir al chat familia:

- Estamos bien. En unos días estaremos en casa

- Así que Matthew no ha podido contigo, ¿eh?- contestó mi cuñado- Mala hierba nunca muere. Jajajaja Menudo susto nos habíais dado.

Ahora que estoy preparándome para volver a casa, desde Miami, os escribo. Después de 3 días en el refugio sin luz, comiendo sándwiches de mantequilla de cacahuete y bebiendo agua, y otros 4 días para poder volver a la normalidad, tengo que decir que ha sido la experiencia más terrible, pero a la vez más gratificante de mi vida. Pero para ser sincera, tampoco me apetece repetirla J

Posted on 09/10/2016 Home, Pingüineando/ Penguin..., Últimos post 0 2832

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-Necesitaría que me acompañases a una reunión importante en Florida ¿Puedes pedir 3 días en el trabajo y hablar con tus padres para ver si se pueden quedar con los niños? - me dijo Cari, así de sopetón, hace 10 días.

- ¿Y de qué es la reunión?

- Es con el jefe mundial de mi empresa que nos ha invitado a varios empleados con sus esposas/esposos a pasar el fin de semana en Fort Lauderdale, en su casa de fin de semana.

- Sí a todo, ya te digo que sí.

- Bueno antes de decir que sí, habla con todos y pregunta.

- No tengo que preguntar, ya te digo que estoy dispuesta a venderme por ese viaje. A hacer horas extras o lo que sea y a estar en deuda de por vida con mis padres.

Un fin de semana en el norte de Miami, en una casa de fin de semana, eso no lo he visto yo en mi vida.

Ay… ¿Estaré a la altura? ¿Tendré que llevar vestidos de noche y cosas así? Ya me veo como Joan Collins en Dinastía, con el collar de piedras preciosas y el vestido de alta costura bajando las escaleras de la mansión….

-Es un fin de semana informal, nada de etiquetas- me dice Cari. Parece que me está leyendo la mente.

¡Oooohhh! ¡Qué desilusión! Bueno, por lo menos iremos al buen tiempo y a la playa.

 

Fue un vuelo muy agradable y nada más poner un pie en Florida, sentí la llamada del pasado; estoy segura de que yo he vivido aquí en otra vida.

Llegamos a casa del jefe de Cari. Un matrimonio cubano de lo más encantador. Nos acomodaron en nuestra habitación y nos dijeron que cuando estuviéramos listos nos esperaban en la piscina.

Yo como me conozco, me limitaba a decir sí y gracias, no fuera a ser que la liase y nos quedáramos sin trabajo. Me propuse a mí misma que, pasara lo que pasara, no iba a formar parte de ello.

Y lo logré, iba todo como la seda, una maravilla. Me sentía orgullosa de mi misma.

Al día siguiente, cuando bajamos a desayunar, nos quedamos perplejos al ver que estaban clavando paneles de madera en las ventanas.

Bill, el jefe de Cari, nos dijo que en las noticias habían anunciado la presencia inminente del huracán Matthew, que la zona estaba en alerta. Que estuviéramos tranquilos porque la casa estaba equipada con un refugio anti-huracanes.

-¿Y está usted seguro, Bill, de que la casa aguantará?

-Bueno, tenemos dos opciones: meternos en el refugio o abandonar la zona y correr el riesgo de que el huracán nos arrase por la carretera.

Se me quedó una cara que debía ser un poema porque me dijo:

-No hay nada de qué preocuparse. La casa tiene un refugio que ha sobrevivido Wilma, el huracán más poderoso de la historia. Prepárese para vivir una experiencia que no va a olvidar mientras viva. Sólo nos queda ir al supermercado a por provisiones.

-Voy con usted -le digo- Ya me estaba yo metiendo en el papel.

Cuando llegamos al supermercado, aquello era como la guerra. No quedaba casi nada, pudimos comprar varios bidones de agua, pan de molde como para 2 meses y 10 kilos de mantequilla de cacahuete después de pegarnos con una señora mayor que intentaba arrebatarme los packs de sandwich.

- Al menos, con esto, podremos sobrevivir 5 días- dice Bill

- ¿Vamos a pasar encerrados en un refugio 5 días? – pregunté alucinada

- Vamos a concentrar todas nuestras fuerzas en sobrevivir, querida. Los días que tengan que ser va a ser lo de menos – dice Bill

Entiendo que la situación era muy dramática, pero yo es que le veía un puntillo de aventura de lo más emocionante. A ver, ¿cuántas veces os pasa que os pille un huracán? Pocas, ¿verdad? Pues yo esto quería vivirlo, quería poner tablones y recoger gatos en apuros y llevármelos al refugio.

No me hizo falta tanto, cuando estábamos llegando a la casa, vi a lo lejos como un reportero y su cámara estaban en serias dificultades para salir del mar porque, en su afán de informar, se habían quedado bloqueados dentro del dique.

No me lo pensé ni medio segundo ¡¡¡¡Aventura, allá voy!!!!

Le grité a Bill: ¡Pare!¡Detenga el vehículo!

Y salí corriendo mientras Bill me gritaba: ¡No salga del auto, tenemos que ir al refugio, Matthew está encima de nosotros!

Yo intentaba correr pero el viento huracanado me echaba para atrás, las gotas de lluvia me hacían daño cuando me golpeaban. Conseguí, a duras penas, llegar al dique arrastrándome cogida a la barandilla y vi que Bill estaba detrás de mí. Cuando llegamos donde estaban los chicos, él se agarró a la barandilla y yo me colgué de su brazo y le tendí la mano al cámara y al reportero que consiguieron salir.

Con mucha dificultad, entre los 4 conseguimos llegar al coche y encaminarnos hacia la casa. Todo empezaba a volar de verdad y, a través de la puerta del garaje, conseguimos entrar sanos y salvos al refugio.

Es usted la mujer más loca que he conocido en mi vida! – me gritó Bill- Pero tengo que decir que es usted valiente en igual medida. Estos dos caballeros le deben la vida.

¡Ay! Como un globo me hinché, como un pavo, no cabía en mi de gozo, por una vez no había metido la pata hasta el fondo.

Después de 3 días pudimos salir del refugio, y al día siguiente, ya había telecomunicaciones. Lo primero que hice fue escribir al chat familia:

- Estamos bien. En unos días estaremos en casa

- Así que Matthew no ha podido contigo, ¿eh?- contestó mi cuñado- Mala hierba nunca muere. Jajajaja Menudo susto nos habíais dado.

Ahora que estoy preparándome para volver a casa, desde Miami, os escribo. Después de 3 días en el refugio sin luz, comiendo sándwiches de mantequilla de cacahuete y bebiendo agua, y otros 4 días para poder volver a la normalidad, tengo que decir que ha sido la experiencia más terrible, pero a la vez más gratificante de mi vida. Pero para ser sincera, tampoco me apetece repetirla J

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