Son las 11 de la mañana del sábado y ya son tres las personas que me han pillado “en acción”. No estoy segura de lo que habrán pensado al encontrarse, al entrar en casa, a una mujer embarazada de seis meses tirada en el suelo, a cuatro patas, observando la alfombra a través de un microscopio…

Y esto se debe a que, desde que compré un microscopio de juguete para mis hijos, me he obsesionado un poco con la búsqueda de ácaros en casa. El microscopio es un tanto rudimentario pero la caja especifica que amplía las imágenes hasta 40 veces, y me han dicho que los ácaros del polvo pueden verse con tan sólo una ampliación de 10.

No puedo decir que “la caza del ácaro” sea un nuevo hobby en la familia. Uno de mis hijos les tiene una alergia tremenda. Nuestro primer encuentro con los ácaros fue en un viaje a España, durante el que hicimos escala en París Charles de Gaulle. Después de un vuelo de 13 horas, los niños estaban agotados, y nosotros aún más. Los peques, malhumorados, insistieron en tirarse sobre una moqueta realmente sucia. Me negué un par de veces a que se sentaran en ella pero, finalmente, me di por vencida. Cuando subimos al avión que nos llevaría de París a Asturias, Javi comenzó a tener dificultad para respirar. Tan pronto como aterrizamos lo llevamos al hospital, donde pasó 4 noches con jet lag y asma. Fue el primer aviso que tuvimos y, de alguna manera, estaba convencida de que estaba relacionado con aquella moqueta mugrienta del aeropuerto.

Después de aquello, y ya de vuelta en Hong Kong, hemos sufrido varias crisis respiratorias que requirieron ingresos hospitalarios, el último de 8 noches. Para entonces, los médicos se lo tomaron en serio y empezaron a buscar la causa: los análisis de sangre dieron como resultado un nivel de alergia a los ácaros del polvo escandalosamente alto.

Durante el tiempo que Javi pasó ingresado, empecé a leer sobre este tipo de alergia y lo difícil que resulta conseguir un entorno completamente libre de ácaros. Tuve la suerte de descubrir una tienda en Hong Kong dedicada exclusivamente a patologías de alergias a ácaros  y allí me fui en cuanto pude salir del hospital un par de horas. Entré en la tienda y le dije al dependiente “ponme uno de todo lo que tengas”. Gasté, en sólo 45 minutos, el presupuesto de las vacaciones de los próximos 2 años. Compré, desde un purificador de aire como el que utilizan en los hospitales hasta una máquina que evita el nacimiento de nuevas crías (¿podéis creer que exista algo así?). Lo admito, es el mayor desembolso que he hecho en mi vida, me excedí por mucho de lo que hubiera sido “razonable”.

Aunque, mirándolo por el lado positivo, Javi no ha tenido que volver a ingresar en el hospital desde entonces. Y después de tres días buscando ácaros del polvo con nuestro nuevo microscopio, no he encontrado ni uno sólo. No estoy segura pero deben haberse escondido todos en algún rincón, al tanto de la existencia de mi nuevo juguete…

Son las 11 de la mañana del sábado y ya son tres las personas que me han pillado “en acción”. No estoy segura de lo que habrán pensado al encontrarse, al entrar en casa, a una mujer embarazada de seis meses tirada en el suelo, a cuatro patas, observando la alfombra a través de un microscopio…

Y esto se debe a que, desde que compré un microscopio de juguete para mis hijos, me he obsesionado un poco con la búsqueda de ácaros en casa. El microscopio es un tanto rudimentario pero la caja especifica que amplía las imágenes hasta 40 veces, y me han dicho que los ácaros del polvo pueden verse con tan sólo una ampliación de 10.

No puedo decir que “la caza del ácaro” sea un nuevo hobby en la familia. Uno de mis hijos les tiene una alergia tremenda. Nuestro primer encuentro con los ácaros fue en un viaje a España, durante el que hicimos escala en París Charles de Gaulle. Después de un vuelo de 13 horas, los niños estaban agotados, y nosotros aún más. Los peques, malhumorados, insistieron en tirarse sobre una moqueta realmente sucia. Me negué un par de veces a que se sentaran en ella pero, finalmente, me di por vencida. Cuando subimos al avión que nos llevaría de París a Asturias, Javi comenzó a tener dificultad para respirar. Tan pronto como aterrizamos lo llevamos al hospital, donde pasó 4 noches con jet lag y asma. Fue el primer aviso que tuvimos y, de alguna manera, estaba convencida de que estaba relacionado con aquella moqueta mugrienta del aeropuerto.

Después de aquello, y ya de vuelta en Hong Kong, hemos sufrido varias crisis respiratorias que requirieron ingresos hospitalarios, el último de 8 noches. Para entonces, los médicos se lo tomaron en serio y empezaron a buscar la causa: los análisis de sangre dieron como resultado un nivel de alergia a los ácaros del polvo escandalosamente alto.

Durante el tiempo que Javi pasó ingresado, empecé a leer sobre este tipo de alergia y lo difícil que resulta conseguir un entorno completamente libre de ácaros. Tuve la suerte de descubrir una tienda en Hong Kong dedicada exclusivamente a patologías de alergias a ácaros  y allí me fui en cuanto pude salir del hospital un par de horas. Entré en la tienda y le dije al dependiente “ponme uno de todo lo que tengas”. Gasté, en sólo 45 minutos, el presupuesto de las vacaciones de los próximos 2 años. Compré, desde un purificador de aire como el que utilizan en los hospitales hasta una máquina que evita el nacimiento de nuevas crías (¿podéis creer que exista algo así?). Lo admito, es el mayor desembolso que he hecho en mi vida, me excedí por mucho de lo que hubiera sido “razonable”.

Aunque, mirándolo por el lado positivo, Javi no ha tenido que volver a ingresar en el hospital desde entonces. Y después de tres días buscando ácaros del polvo con nuestro nuevo microscopio, no he encontrado ni uno sólo. No estoy segura pero deben haberse escondido todos en algún rincón, al tanto de la existencia de mi nuevo juguete…