El Imperio Contraataca

El Imperio Contraataca

Llevo desde que empecé la mudanza, hace ya 3 semanas, volviéndome loca con las llaves.  Quizás sea porque he tenido que llevar los llaveros de dos casas a la vez o por el caos vital en el que me encuentro, pero estoy que no vivo.

Empecé por perder el manojo de la casa vieja en pleno traslado. Nunca antes me había pasado. Pierdo el móvil varias veces al mes pero el llavero jamás porque, para tenerlo localizado, lo llevo siempre colgado al cuello con una de esas típicas cintas.

Tras extraviar las llaves, encontrarlas se convirtió en todo un reto para mí, porque en el llavero tenía las del trastero, me quedaban 24 horas para sacar todo el contenido y no quería decirle al dueño del piso que la había perdido para que no me penalizara.

Así que hice un croquis de todos los sitios donde había estado durante la semana anterior para empezar a indagar. Llamé a todos los bares y cafeterías en donde estuve -que eran bastantes- al hospital, al banco, al trabajo, a las compañeras, a los familiares. Nada.

Decidí entonces sacar todas las cajas de la mudanza, obsesionada con que las llaves estarían ahí. Fui caja por caja, abriéndolas y cerrándolas como una posesa. No estaban.

Cari se encontraba ya al borde de un ataque de nervios. Creo que estaba incluso tramando hacer una copia de todas las llaves y dejarlas dentro de una de las caja para poder terminar con la historia, pero sabía que eso era imposible, porque mi llavero es como el manojo del ama de llaves de Rebeca: tengo todos los llaveros que me trae mi hijo cuando se va de excursión.

Uno de ellos dice: Mamá, no pierdas ni la cabeza ni las llaves. Cuando me lo dio no supe que pensar.

Y otro que lleva la inscripción: Eres la mejor mamá del mundo porque solo tengo una. En fin, se lo tengo que hacer mirar a este niño.

Así que con semejante llavero primero es difícil perderlo, segundo es difícil sustituirlo.

Al cuarto día, estaba ya totalmente rayada. No podía pensar en otra cosa que no fuera el recorrido mental de toda la semana para dar con el quid de dónde las habría dejado. Decidí, entonces, que lo mejor era forzar la cerradura del trastero.

Cojo el chat familia y escribo:

-¿Alguien sabe abrir una cerradura de bombín?

-Mi padre: No, hija.

-Mi cuñado: Yo de bombín tengo aquí el del concierto de Sabina, ¿Lo quieres?

-Mi hermano: Con una botella de Coca-Cola

-Yo: No, porque está cerrado a doble vuelta. No sirve

-Mi hermana: Llama al seguro

Desesperada, me fui a ver si encontraba al conserje de la urbanización. Cuando por fin apareció, le pregunto:

-Perdona, ¿no os habréis encontrado unas llaves?

-Unas llaves no, pero un mazo de llaves que pesa un quintal, sí. Está en la comisaría de policía.

-¡Ay, qué alivio! Salí pitando para la comisaría a ver a mis amigos policías.

El Policía me dice:

Hombre, si son suyas! Ya me parecía que este llavero debía pertenecer a alguien “especial”. Puso la misma cara que las comillas que tiene el especial.

Pues no sé cómo no lo ha visto, porque la persona que las encontró lo publicó en las redes sociales.

 

Yo pensé para mis adentros: Como si publicar algo en las redes sociales fuera como decirlo en el telediario a las 9 de la noche. Lo habrán visto los tres amigos del señor en cuestión y ya.

¡Ay, pero me fui tan feliz de la comisaria! Si me hubiera tocado El Gordo no habría estado tan contenta. Me colgué las llaves al cuello que parecía la Vaca Paca, tolón-tolón allá por dónde iba.

Salí pitando para el trastero. Trabajé hasta las 10 de la noche sacando todo junto con los de la mudanza y, al final, lo conseguimos.

Voy a la agencia a recoger las llaves de la nueva casa. Las pongo con todo mi orgullo en el llavero, recojo a mi hermana y salimos para allá con el coche cargado de cajas y cachivaches.

Giro la llave para abrir la puerta del nuevo garaje. No abre.

-Me han dado el manojo equivocado en la agencia - le digo a mi hermana

Salgo con el coche marcha atrás del garaje, que no lo rayé porque en ese momento San Rayón tuvo misericordia de mí.

Mi hermana me dice:

-A ver, ¿qué llave estás probando?

-Esta- le digo mostrándosela.

-Esa es la llave de mi casa. Pero no es culpa tuya, mujer –me dice. No es que seas una inútil con las llaves, es que por la noche tus llaves se reúnen, hacen una tormenta de ideas y deciden entre las 32 adónde van a ir al día siguiente y si van a hacer permutaciones de lugar. Y se empieza a reír pasándoselo en grande.

El comentario me dio una rabia que casi me muero. Me falto un tris para echarme a llorar.  

Salí de nuevo como una bala hacia la puerta del garaje. Mi hermana intentó sujetarse al cristal de su ventanilla y al reposacabezas de mi asiento mientras gritaba:

No lo estrelles, por favor, que te lo acabas de comprar! ¡No quiero morir!

Cuando llegué a la puerta, frené en seco y le dije:

-Pero a ti ¿quién te ha dicho que vas a morir? Sólo voy a probar a ver si mis llaves en este rato se han vuelto a reunir, han permutado en el modo correcto y esta vez se abre la puerta.

Je, Je.

Posted on 05/06/2016 Home, Pingüineando/ Penguin..., Últimos post 0 1620

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Llevo desde que empecé la mudanza, hace ya 3 semanas, volviéndome loca con las llaves.  Quizás sea porque he tenido que llevar los llaveros de dos casas a la vez o por el caos vital en el que me encuentro, pero estoy que no vivo.

Empecé por perder el manojo de la casa vieja en pleno traslado. Nunca antes me había pasado. Pierdo el móvil varias veces al mes pero el llavero jamás porque, para tenerlo localizado, lo llevo siempre colgado al cuello con una de esas típicas cintas.

Tras extraviar las llaves, encontrarlas se convirtió en todo un reto para mí, porque en el llavero tenía las del trastero, me quedaban 24 horas para sacar todo el contenido y no quería decirle al dueño del piso que la había perdido para que no me penalizara.

Así que hice un croquis de todos los sitios donde había estado durante la semana anterior para empezar a indagar. Llamé a todos los bares y cafeterías en donde estuve -que eran bastantes- al hospital, al banco, al trabajo, a las compañeras, a los familiares. Nada.

Decidí entonces sacar todas las cajas de la mudanza, obsesionada con que las llaves estarían ahí. Fui caja por caja, abriéndolas y cerrándolas como una posesa. No estaban.

Cari se encontraba ya al borde de un ataque de nervios. Creo que estaba incluso tramando hacer una copia de todas las llaves y dejarlas dentro de una de las caja para poder terminar con la historia, pero sabía que eso era imposible, porque mi llavero es como el manojo del ama de llaves de Rebeca: tengo todos los llaveros que me trae mi hijo cuando se va de excursión.

Uno de ellos dice: Mamá, no pierdas ni la cabeza ni las llaves. Cuando me lo dio no supe que pensar.

Y otro que lleva la inscripción: Eres la mejor mamá del mundo porque solo tengo una. En fin, se lo tengo que hacer mirar a este niño.

Así que con semejante llavero primero es difícil perderlo, segundo es difícil sustituirlo.

Al cuarto día, estaba ya totalmente rayada. No podía pensar en otra cosa que no fuera el recorrido mental de toda la semana para dar con el quid de dónde las habría dejado. Decidí, entonces, que lo mejor era forzar la cerradura del trastero.

Cojo el chat familia y escribo:

-¿Alguien sabe abrir una cerradura de bombín?

-Mi padre: No, hija.

-Mi cuñado: Yo de bombín tengo aquí el del concierto de Sabina, ¿Lo quieres?

-Mi hermano: Con una botella de Coca-Cola

-Yo: No, porque está cerrado a doble vuelta. No sirve

-Mi hermana: Llama al seguro

Desesperada, me fui a ver si encontraba al conserje de la urbanización. Cuando por fin apareció, le pregunto:

-Perdona, ¿no os habréis encontrado unas llaves?

-Unas llaves no, pero un mazo de llaves que pesa un quintal, sí. Está en la comisaría de policía.

-¡Ay, qué alivio! Salí pitando para la comisaría a ver a mis amigos policías.

El Policía me dice:

Hombre, si son suyas! Ya me parecía que este llavero debía pertenecer a alguien “especial”. Puso la misma cara que las comillas que tiene el especial.

Pues no sé cómo no lo ha visto, porque la persona que las encontró lo publicó en las redes sociales.

 

Yo pensé para mis adentros: Como si publicar algo en las redes sociales fuera como decirlo en el telediario a las 9 de la noche. Lo habrán visto los tres amigos del señor en cuestión y ya.

¡Ay, pero me fui tan feliz de la comisaria! Si me hubiera tocado El Gordo no habría estado tan contenta. Me colgué las llaves al cuello que parecía la Vaca Paca, tolón-tolón allá por dónde iba.

Salí pitando para el trastero. Trabajé hasta las 10 de la noche sacando todo junto con los de la mudanza y, al final, lo conseguimos.

Voy a la agencia a recoger las llaves de la nueva casa. Las pongo con todo mi orgullo en el llavero, recojo a mi hermana y salimos para allá con el coche cargado de cajas y cachivaches.

Giro la llave para abrir la puerta del nuevo garaje. No abre.

-Me han dado el manojo equivocado en la agencia - le digo a mi hermana

Salgo con el coche marcha atrás del garaje, que no lo rayé porque en ese momento San Rayón tuvo misericordia de mí.

Mi hermana me dice:

-A ver, ¿qué llave estás probando?

-Esta- le digo mostrándosela.

-Esa es la llave de mi casa. Pero no es culpa tuya, mujer –me dice. No es que seas una inútil con las llaves, es que por la noche tus llaves se reúnen, hacen una tormenta de ideas y deciden entre las 32 adónde van a ir al día siguiente y si van a hacer permutaciones de lugar. Y se empieza a reír pasándoselo en grande.

El comentario me dio una rabia que casi me muero. Me falto un tris para echarme a llorar.  

Salí de nuevo como una bala hacia la puerta del garaje. Mi hermana intentó sujetarse al cristal de su ventanilla y al reposacabezas de mi asiento mientras gritaba:

No lo estrelles, por favor, que te lo acabas de comprar! ¡No quiero morir!

Cuando llegué a la puerta, frené en seco y le dije:

-Pero a ti ¿quién te ha dicho que vas a morir? Sólo voy a probar a ver si mis llaves en este rato se han vuelto a reunir, han permutado en el modo correcto y esta vez se abre la puerta.

Je, Je.

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