Fiesta de pijamas

Fiesta de pijamas

El último capricho de mi hija ha sido invitar a 13 niñas a dormir a casa para celebrar su cumpleaños.

Sí, como lo oís, 13 y todas a la vez. Pensaréis que  mi casa es un chalet con 10 habitaciones. No señor, es un piso de 3 y todas ellas pequeñas, pero accedí. ¿Por qué? Porque me siento culpable de ser madre trabajadora y a veces ausente y así es como me quito la culpa. ¡Craso error!

Cuando se lo conté a Cari, no lo entendía. No sé qué es lo que hay que comprender de traer 13 niñas a casa a dormir. Me hizo mil preguntas.

-¿Dónde las vas a meter a todas?

-No sé, por ahí.

-¿Qué van a cenar?

-No sé, cualquier cosa.

-¿Qué vas a hacer con el resto de tus hijos porque aquí no cabemos todos?

-Pues no sé, ya iremos viendo.

-Te veo preparadísima para el evento. Me alegro.

Al rato recibo un mensaje de mi cuñado:

-¿Qué pasa en tu casa que tu marido me acaba de pedir asilo político para el sábado por la noche?

-¿Asilo? ¿Mi Cari? ¿Será cobarde?

-Dile que no.

-Pero, ¿qué es lo que pasa?

-Que vienen 13 niñas a dormir.

-Mal número ese, que lo sepas, ¿Y que las vas a poner a todas en fila en el pasillo a dormir?

-Aún no sé qué es lo que voy a hacer. Ya lo veré. Son muy volátiles y puedo planificar una cosa y ellas decidir hacer otra. Ya sabes cómo son.

Llegó el sábado. A las 20.00 horas, como clavos, estaban todas las niñas en casa con sus mochilas cargadas de cosas para pasar la noche.

Les tenía preparada una peli de esas que les encanta y las tuve bien calladitas. Encargamos pizzas y cenaron tan tranquilas. Les pedí ayuda para hinchar los colchones y todas colaboraron. Unas santas. No sé por qué la gente se pone tan nerviosa. 

Las distribuí en dos habitaciones, 7 en una y 7 en otra.

Le dije a todas que podían ver media hora la tele y después a dormir.

Me fui para mi cama con mi hija pequeña. Cari y mi hijo mayor decidieron irse a casa de mi cuñado.

Las oía reírse y hablar y me pareció precioso el poder estar pasando una noche fuera de casa con todas las amigas. Una aventura.

La cosa fue cogiendo ritmo. A las 23.45 ya tuve que ir a decirles que bajaran la voz; estaban las 14 en una habitación hablando y gritando. Les dije que de eso nada, apagué todo, las acosté a todas y me fui a la cama.

Me quedé dormida. No sé ni qué hora era cuando sonó el timbre de la puerta.

Abro y me encuentro a la vecina de arriba que me dice:

-Oye, yo entiendo lo que es tener niñas en casa, pero ya son las 2 de la mañana y el jaleo que tienes aquí montado no nos deja dormir.

Le pido mil disculpas. La verdad es que era como una discoteca; tenían la música a todo volumen y estaban enloquecidas bailando y cantando Justin Bieber, mi hija pequeña incluida.

Las riño, les digo que la vecina de arriba me ha amenazado con llamar a la policía y las vuelvo a acostar, pero esta vez decido montar guardia entre las dos habitaciones. Cojo la mecedora y me siento allí a esperar que se duerman.

Aguanto un buen rato y finalmente me quedo dormida en la mecedora.

Me despierto que parezco un híbrido entre la reina Isabel de Inglaterra y un árbol de Navidad.

Del brazo me cuelga un bolsito tipo Queen Elisabeth, en la cabeza la peluca de Hanna Montana, una tiara con un enorme diamante y unos pendientes que ya los quisiera Marujita Díaz.

Una trenza de Rapunzel que me cae por todo el pecho.

Me han puesto a rosca unos zapatos de cristal talla 32 que, como no me cabían, me los han sujetado a los dedos con celo. En los meñiques de la mano llevo 7 anillos con piedras preciosas.

Os juro que me hace muchísima gracia. ¡Qué ocurrencias!

Decido ir a mirarme al espejo porque tengo que estar de lo más propia. Estas niñassss...

Cuando me levanto, empiezo a oír como todas se van escabullendo hacia sus camas con unas risas acalladas.

Llego al baño, estoy preciosa, los párpados de azul intenso, unas pestañas postizas con plumas, los labios rojos que me llegan de oreja a oreja y unos coloretes fucsia escandalosos.

Miro a mi hija enfadada y le digo:

-¿Tú no sabes que soy alérgica al maquillaje?

Intento quitarme todo pero ya es demasiado tarde; tengo una erupción por toda la cara que va a tardar semanas en curarse.

Conseguí, a base de amenazarlas diciendo que iba a llamar a sus padres, que se metieran es sus camas y se durmieran.

Al día siguiente, cuando Cari llegó a las 8 de la mañana, se encontró a las 15 niñas (mis dos hijas incluidas) dormidas en el salón. Unas estaban tiradas por el suelo, otras encima de los sofá y alguna, incluso, estaba dormitando en un silla. La alfombra estaba cubierto de palomitas, patatitas fritas y decenas de vasos con refrescos.

Me mira y me dice:

- Veo que tuviste la situación bajo control toda la noche. De lo que te ha pasado en la cara no voy ni a preguntar.

-Pues al menos yo no eché a correr y estuve al pie del cañón toda la noche.

Cari fue una a una y les pidió sus teléfonos móviles.

Se lo pasó pipa con las fotos que me hicieron en la mecedora y me dijo:

-Les pedí el teléfono para borrar las fotos pero, ¿sabes qué?, no las voy a borrar. Estas preciosa de Reina de Inglaterra.

Posted on 10/04/2016 Home, Pingüineando/ Penguin... 0 1589

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El último capricho de mi hija ha sido invitar a 13 niñas a dormir a casa para celebrar su cumpleaños.

Sí, como lo oís, 13 y todas a la vez. Pensaréis que  mi casa es un chalet con 10 habitaciones. No señor, es un piso de 3 y todas ellas pequeñas, pero accedí. ¿Por qué? Porque me siento culpable de ser madre trabajadora y a veces ausente y así es como me quito la culpa. ¡Craso error!

Cuando se lo conté a Cari, no lo entendía. No sé qué es lo que hay que comprender de traer 13 niñas a casa a dormir. Me hizo mil preguntas.

-¿Dónde las vas a meter a todas?

-No sé, por ahí.

-¿Qué van a cenar?

-No sé, cualquier cosa.

-¿Qué vas a hacer con el resto de tus hijos porque aquí no cabemos todos?

-Pues no sé, ya iremos viendo.

-Te veo preparadísima para el evento. Me alegro.

Al rato recibo un mensaje de mi cuñado:

-¿Qué pasa en tu casa que tu marido me acaba de pedir asilo político para el sábado por la noche?

-¿Asilo? ¿Mi Cari? ¿Será cobarde?

-Dile que no.

-Pero, ¿qué es lo que pasa?

-Que vienen 13 niñas a dormir.

-Mal número ese, que lo sepas, ¿Y que las vas a poner a todas en fila en el pasillo a dormir?

-Aún no sé qué es lo que voy a hacer. Ya lo veré. Son muy volátiles y puedo planificar una cosa y ellas decidir hacer otra. Ya sabes cómo son.

Llegó el sábado. A las 20.00 horas, como clavos, estaban todas las niñas en casa con sus mochilas cargadas de cosas para pasar la noche.

Les tenía preparada una peli de esas que les encanta y las tuve bien calladitas. Encargamos pizzas y cenaron tan tranquilas. Les pedí ayuda para hinchar los colchones y todas colaboraron. Unas santas. No sé por qué la gente se pone tan nerviosa. 

Las distribuí en dos habitaciones, 7 en una y 7 en otra.

Le dije a todas que podían ver media hora la tele y después a dormir.

Me fui para mi cama con mi hija pequeña. Cari y mi hijo mayor decidieron irse a casa de mi cuñado.

Las oía reírse y hablar y me pareció precioso el poder estar pasando una noche fuera de casa con todas las amigas. Una aventura.

La cosa fue cogiendo ritmo. A las 23.45 ya tuve que ir a decirles que bajaran la voz; estaban las 14 en una habitación hablando y gritando. Les dije que de eso nada, apagué todo, las acosté a todas y me fui a la cama.

Me quedé dormida. No sé ni qué hora era cuando sonó el timbre de la puerta.

Abro y me encuentro a la vecina de arriba que me dice:

-Oye, yo entiendo lo que es tener niñas en casa, pero ya son las 2 de la mañana y el jaleo que tienes aquí montado no nos deja dormir.

Le pido mil disculpas. La verdad es que era como una discoteca; tenían la música a todo volumen y estaban enloquecidas bailando y cantando Justin Bieber, mi hija pequeña incluida.

Las riño, les digo que la vecina de arriba me ha amenazado con llamar a la policía y las vuelvo a acostar, pero esta vez decido montar guardia entre las dos habitaciones. Cojo la mecedora y me siento allí a esperar que se duerman.

Aguanto un buen rato y finalmente me quedo dormida en la mecedora.

Me despierto que parezco un híbrido entre la reina Isabel de Inglaterra y un árbol de Navidad.

Del brazo me cuelga un bolsito tipo Queen Elisabeth, en la cabeza la peluca de Hanna Montana, una tiara con un enorme diamante y unos pendientes que ya los quisiera Marujita Díaz.

Una trenza de Rapunzel que me cae por todo el pecho.

Me han puesto a rosca unos zapatos de cristal talla 32 que, como no me cabían, me los han sujetado a los dedos con celo. En los meñiques de la mano llevo 7 anillos con piedras preciosas.

Os juro que me hace muchísima gracia. ¡Qué ocurrencias!

Decido ir a mirarme al espejo porque tengo que estar de lo más propia. Estas niñassss...

Cuando me levanto, empiezo a oír como todas se van escabullendo hacia sus camas con unas risas acalladas.

Llego al baño, estoy preciosa, los párpados de azul intenso, unas pestañas postizas con plumas, los labios rojos que me llegan de oreja a oreja y unos coloretes fucsia escandalosos.

Miro a mi hija enfadada y le digo:

-¿Tú no sabes que soy alérgica al maquillaje?

Intento quitarme todo pero ya es demasiado tarde; tengo una erupción por toda la cara que va a tardar semanas en curarse.

Conseguí, a base de amenazarlas diciendo que iba a llamar a sus padres, que se metieran es sus camas y se durmieran.

Al día siguiente, cuando Cari llegó a las 8 de la mañana, se encontró a las 15 niñas (mis dos hijas incluidas) dormidas en el salón. Unas estaban tiradas por el suelo, otras encima de los sofá y alguna, incluso, estaba dormitando en un silla. La alfombra estaba cubierto de palomitas, patatitas fritas y decenas de vasos con refrescos.

Me mira y me dice:

- Veo que tuviste la situación bajo control toda la noche. De lo que te ha pasado en la cara no voy ni a preguntar.

-Pues al menos yo no eché a correr y estuve al pie del cañón toda la noche.

Cari fue una a una y les pidió sus teléfonos móviles.

Se lo pasó pipa con las fotos que me hicieron en la mecedora y me dijo:

-Les pedí el teléfono para borrar las fotos pero, ¿sabes qué?, no las voy a borrar. Estas preciosa de Reina de Inglaterra.

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