TRABAJAR EN ESPACIOS ABIERTOS Y CONOCER A TUS COMPAÑEROS DE TRABAJO

TRABAJAR EN ESPACIOS ABIERTOS Y CONOCER A TUS COMPAÑEROS DE TRABAJO

Toca semana de inventario. William, el Gurú del Tetris, se ha pasado la semana comprobando que los números de las cajas de Sacos coinciden con los números de la hoja de cálculo. Hoy es el tercer día inventariando y el tercer día que se pasa cantando “Pretty Woman” sin parar. Si no la canta, se pierde. Mira que me gustan Julia Roberts y Richard Gere, pero ya no puedo con la dichosa cancioncita. Él está encantado, quizás porque tiene una nueva novia, pero yo -que esta semana he descubierto que peso 71 kilos (¡¡sí, 71 kilos!!)- ya he dedicado suficiente tiempo a pensar en la estupenda Julia, con su tipo perfecto y sus largas piernas…

Éste es uno de los pequeños inconvenientes de trabajar en espacios abiertos. Es posible que tengas que soportar las “costumbres” de tus compañeros de trabajo un poco más de lo que te gustaría. Recuerdo que, cuando trabajaba en banca, había una señora que, un par de veces por semana y a la hora del almuerzo, sacaba su cortaúñas y se cortaba las uñas. Cosas así se ven en la tele a menudo pero piensas que, en el mundo real, no ocurren… ¡pues sí! Podía oír el “clic” del cortaúñas treinta veces, supongo que tres veces por uña. Después, se aplicaba un fortalecedor de uñas. Siempre me pregunté por qué no dejaba de aplicarse el fortalecedor. Así, si iba a cortarse las uñas en la oficina, al menos sólo lo haría una vez por semana.

Otro compañero que recuerdo era un colega de mi primer trabajo como abogada en España. Yo tenía 23 años, recién salida de la universidad, y él tenía 24. Su madre lo llamaba todos los días a las 11.15 en punto para preguntarle qué quería cenar. Y yo no podía más que salivar, pensando en sus suculentas cenas mientras mi dieta consistía en sándwiches hechos en 15 minutos por mí misma.

Pero algunas veces descubres lo agradable que es la gente con la que trabajas. Recuerdo a un chico del departamento de tecnología de información con el que coincidí trabajando hace años. Era un chico tímido que ninguno de nosotros conocía bien. Salía de la oficina a la hora en punto, siempre apurado, y rehusaba continuamente las invitaciones del equipo para quedarse a tomar algo después del trabajo. Todos nos preguntábamos qué hacía después de las 5 de la tarde, ya que no tenía familia en la ciudad. Un día, no se encontraba en su mesa y, por alguna razón, su buzón de voz estaba en modo “altavoz”. Sin poder evitarlo, oímos su llamada y descubrimos que trabajaba como cocinero voluntario en un refugio para personas sin hogar en Londres. Llevaba trabajando allí los últimos 5 años, 7 días a la semana durante 2 horas y media. ¿No es increíble?

Posted on 28/11/2014 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 1737

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