Mami, ¿qué puedo hacer para ser más guapo? – me preguntó Javi hace un par de días al volver del cole.

¿Por qué dices eso? – contesté, sospechando a qué podría deberse su duda.

Javi lleva meses enamorado de una encantadora compañera del cole, Sarah, de 5 años.

Me lo explicó de inmediato: Daniel nos contó hoy que sus padres le habían dicho que era el niño más guapo de toda la clase. Le preguntó a Sarah si pensaba que era guapo y ella contestó que sí. Y yo quiero ser tan guapo como Daniel.

Mis hijos no son especialmente guapos, son niños normales, como sus padres… De hecho, si tuviera que equilibrar la balanza de un lado u otro, creo que están por debajo de la media. Recuerdo que, hace años, una buena amiga me miró horrorizada al decir que mi bebé, por aquel entonces de 4 meses, era feucho. ¿Feo? ¿Cómo puedes decir eso de tu hijo? ¡Las madres debemos pensar siempre que nuestro bebé es el más guapo del mundo!

¿Debemos? Cuando pienso en cómo quiero que sean mis hijos, cómo quiero que se vean a sí mismos, la belleza exterior no está entre mis prioridades. No creo que debamos hacerles creer que la “fealdad” es hermosa, pero deberíamos explicarles que la “belleza exterior” no es importante o, mejor dicho, hacerles entender que ser guapo o feo es como ser diestro o zurdo. Si mis peques fueran los niños más guapos del mundo, tampoco prestaría especial atención a su apariencia exterior.

No creo que Daniel sea un niño especialmente guapo, pero eso no puedo decírselo a Javi, ¿verdad? No me gustaría recibir una llamada de los padres de Daniel para comentar el tema. Durante unos segundos pensé en dar a Javi un largo discurso sobre la belleza… pero no lo hice.

¿Sabes lo que hace a los niños ser muy, muy guapos, Javi?

¿Qué, mamá?

Sonreír. Los niños más requeteguapos son los que siempre tienen una sonrisa en la boca. Y tú siempre estás sonriendo. Así que nunca dejes de sonreír y siempre serás guapo.

Vale, dijo con una gran sonrisa. Se dio media vuelta y se dirigió hacia su hermano, para saludarle con un buen golpe en el brazo.

Mami, ¿qué puedo hacer para ser más guapo? – me preguntó Javi hace un par de días al volver del cole.

¿Por qué dices eso? – contesté, sospechando a qué podría deberse su duda.

Javi lleva meses enamorado de una encantadora compañera del cole, Sarah, de 5 años.

Me lo explicó de inmediato: Daniel nos contó hoy que sus padres le habían dicho que era el niño más guapo de toda la clase. Le preguntó a Sarah si pensaba que era guapo y ella contestó que sí. Y yo quiero ser tan guapo como Daniel.

Mis hijos no son especialmente guapos, son niños normales, como sus padres… De hecho, si tuviera que equilibrar la balanza de un lado u otro, creo que están por debajo de la media. Recuerdo que, hace años, una buena amiga me miró horrorizada al decir que mi bebé, por aquel entonces de 4 meses, era feucho. ¿Feo? ¿Cómo puedes decir eso de tu hijo? ¡Las madres debemos pensar siempre que nuestro bebé es el más guapo del mundo!

¿Debemos? Cuando pienso en cómo quiero que sean mis hijos, cómo quiero que se vean a sí mismos, la belleza exterior no está entre mis prioridades. No creo que debamos hacerles creer que la “fealdad” es hermosa, pero deberíamos explicarles que la “belleza exterior” no es importante o, mejor dicho, hacerles entender que ser guapo o feo es como ser diestro o zurdo. Si mis peques fueran los niños más guapos del mundo, tampoco prestaría especial atención a su apariencia exterior.

No creo que Daniel sea un niño especialmente guapo, pero eso no puedo decírselo a Javi, ¿verdad? No me gustaría recibir una llamada de los padres de Daniel para comentar el tema. Durante unos segundos pensé en dar a Javi un largo discurso sobre la belleza… pero no lo hice.

¿Sabes lo que hace a los niños ser muy, muy guapos, Javi?

¿Qué, mamá?

Sonreír. Los niños más requeteguapos son los que siempre tienen una sonrisa en la boca. Y tú siempre estás sonriendo. Así que nunca dejes de sonreír y siempre serás guapo.

Vale, dijo con una gran sonrisa. Se dio media vuelta y se dirigió hacia su hermano, para saludarle con un buen golpe en el brazo.