UNA MADRE SIN HIJOS

UNA MADRE SIN HIJOS

Dentro de poco será 9 de abril, un fecha muy especial para mí. No porque sea el cumpleaños de alguien cercano, ni mi aniversario de boda, ni el día que me gradué. Es el día en el que un bebé debería haber nacido.

Cuando me incorporé al último de los bancos de inversiones en los que trabajé coincidí, en la sala de transacciones, con otra abogada que había sido contratada un par de meses antes para realizar las mismas tareas que yo. Las dos éramos jóvenes, ambiciosas, trabajadoras  y despiertas (bueno, lo admito, ella era un poco más despierta que yo!).  En el sector financiero la mayor parte de las veces este tipo de situaciones se inicia con una lucha encarnizada entre las dos personas y se resuelve, transcurrido un tiempo, con uno de los empleados abandonando el puesto de trabajo. Nuestros colegas, mayoritariamente hombres, sonreían maliciosamente al percatarse de la situación hasta el punto de que los altavoces de la sala de transacciones parecían anunciar: “Damas y caballeros, en unos minutos dará comienzo en la fila siete, zona exterior, la Pelea de Gatas. No se la pierdan”

Sin embargo, contra todo pronóstico, hicimos un pacto tácito: trabajaríamos juntas, en vez de enfrentadas, de forma justa y beneficiándonos ambas. Durante años colaborando así, en equipo, cosechamos grandes éxitos. Nos hicimos muy amigas. Tracy era como mi pequeña hermana inglesa -era un poco más joven que yo- y sé que ella sentía lo mismo por mí.

Tracy era una de esas mujeres que son madres de corazón. De hecho, siempre había querido tener hijos. Vivimos con gran ilusión la noticia de su embarazo y pasamos horas y horas haciendo planes, ideando destinos para vacaciones con bebés o buscando ropa y juguetes. Sabía que sería una madre perfecta y, además,  seríamos los padrinos.

Recibimos, emocionados, la llamada avisando del inminente nacimiento. Tracy y su marido estaban de camino al hospital. Había llegado el momento que todos esperábamos con infinita ilusión. El bebé ya casi estaba aquí.

Unas horas más tarde nos llamó de nuevo su marido: el parto se había complicado, la pequeña había muerto durante el parto y mi amiga había luchado durante un montón de horas para, finalmente, conseguir sobrevivir.

Con las primeras luces de la mañana, nos fuimos al hospital, donde viví uno de los momentos más tristes de mi vida, que nunca conseguiré olvidar. Allí conocí a una Madre sin Hija. Tracy abrazaba el precioso bebé que había tenido y que tanto tiempo había esperado. Lo abrazaba de un modo… aguantando la respiración y con tanto amor que, si la naturaleza fuera perfecta y justa, aquello tendría que haber bastado para devolverle la vida. Nada que dijéramos o hiciéramos podía consolarla.  Su deseo de ser madre se había esfumado sin tan siquiera darle la oportunidad de disfrutarlo ni un solo minuto.

Años más tarde nació mi primer hijo. Seguíamos siendo amigas pero yo sentía (y creo que ella también) que la naturaleza nos estaba traicionando, pues a mí me regalaba fácilmente lo que a ella le había negado, a pesar de lo mucho que se lo merecía y deseaba. Me fui a vivir a Hong Kong , ella se trasladó a otro país y, poco a poco, perdimos el contacto. Lo injusto de la situación vivida por Tracy y nuestras diferentes experiencias maternales  acabaron distanciándonos.

Tracy  me enseñó lo que significa ser madre, algo de lo que las madres no hablamos muy a menudo. La Maternidad no tiene que ver con si te quedas en casa para cuidar de tus hijos o regresas al trabajo tras dar a luz, o si les das comida ecológica o platos precocinados.  Eres madre cuando eres capaz de aguantar la respiración hasta la eternidad, sin ni siquiera darte cuenta de ello, si eso reconfortara a un hijo de alguna manera.

A veces le echo un ojo a su página de Facebook y disfruto viendo que se fue de vacaciones a algún destino exótico. Tracy sigue tan guapa como siempre.

Estoy segura de que nunca llegará a leer esto pero, por si acaso, quiero que sepa que he escrito este post porque creo que ella, una Madre sin Hijos, tiene mucho que enseñarnos al resto de las madres. Y decirle que cada vez que señalo una mariposa a mis hijos, me sigo acordando de su pequeño ángel.

Posted on 05/04/2014 Home 0 1440

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Dentro de poco será 9 de abril, un fecha muy especial para mí. No porque sea el cumpleaños de alguien cercano, ni mi aniversario de boda, ni el día que me gradué. Es el día en el que un bebé debería haber nacido.

Cuando me incorporé al último de los bancos de inversiones en los que trabajé coincidí, en la sala de transacciones, con otra abogada que había sido contratada un par de meses antes para realizar las mismas tareas que yo. Las dos éramos jóvenes, ambiciosas, trabajadoras  y despiertas (bueno, lo admito, ella era un poco más despierta que yo!).  En el sector financiero la mayor parte de las veces este tipo de situaciones se inicia con una lucha encarnizada entre las dos personas y se resuelve, transcurrido un tiempo, con uno de los empleados abandonando el puesto de trabajo. Nuestros colegas, mayoritariamente hombres, sonreían maliciosamente al percatarse de la situación hasta el punto de que los altavoces de la sala de transacciones parecían anunciar: “Damas y caballeros, en unos minutos dará comienzo en la fila siete, zona exterior, la Pelea de Gatas. No se la pierdan”

Sin embargo, contra todo pronóstico, hicimos un pacto tácito: trabajaríamos juntas, en vez de enfrentadas, de forma justa y beneficiándonos ambas. Durante años colaborando así, en equipo, cosechamos grandes éxitos. Nos hicimos muy amigas. Tracy era como mi pequeña hermana inglesa -era un poco más joven que yo- y sé que ella sentía lo mismo por mí.

Tracy era una de esas mujeres que son madres de corazón. De hecho, siempre había querido tener hijos. Vivimos con gran ilusión la noticia de su embarazo y pasamos horas y horas haciendo planes, ideando destinos para vacaciones con bebés o buscando ropa y juguetes. Sabía que sería una madre perfecta y, además,  seríamos los padrinos.

Recibimos, emocionados, la llamada avisando del inminente nacimiento. Tracy y su marido estaban de camino al hospital. Había llegado el momento que todos esperábamos con infinita ilusión. El bebé ya casi estaba aquí.

Unas horas más tarde nos llamó de nuevo su marido: el parto se había complicado, la pequeña había muerto durante el parto y mi amiga había luchado durante un montón de horas para, finalmente, conseguir sobrevivir.

Con las primeras luces de la mañana, nos fuimos al hospital, donde viví uno de los momentos más tristes de mi vida, que nunca conseguiré olvidar. Allí conocí a una Madre sin Hija. Tracy abrazaba el precioso bebé que había tenido y que tanto tiempo había esperado. Lo abrazaba de un modo… aguantando la respiración y con tanto amor que, si la naturaleza fuera perfecta y justa, aquello tendría que haber bastado para devolverle la vida. Nada que dijéramos o hiciéramos podía consolarla.  Su deseo de ser madre se había esfumado sin tan siquiera darle la oportunidad de disfrutarlo ni un solo minuto.

Años más tarde nació mi primer hijo. Seguíamos siendo amigas pero yo sentía (y creo que ella también) que la naturaleza nos estaba traicionando, pues a mí me regalaba fácilmente lo que a ella le había negado, a pesar de lo mucho que se lo merecía y deseaba. Me fui a vivir a Hong Kong , ella se trasladó a otro país y, poco a poco, perdimos el contacto. Lo injusto de la situación vivida por Tracy y nuestras diferentes experiencias maternales  acabaron distanciándonos.

Tracy  me enseñó lo que significa ser madre, algo de lo que las madres no hablamos muy a menudo. La Maternidad no tiene que ver con si te quedas en casa para cuidar de tus hijos o regresas al trabajo tras dar a luz, o si les das comida ecológica o platos precocinados.  Eres madre cuando eres capaz de aguantar la respiración hasta la eternidad, sin ni siquiera darte cuenta de ello, si eso reconfortara a un hijo de alguna manera.

A veces le echo un ojo a su página de Facebook y disfruto viendo que se fue de vacaciones a algún destino exótico. Tracy sigue tan guapa como siempre.

Estoy segura de que nunca llegará a leer esto pero, por si acaso, quiero que sepa que he escrito este post porque creo que ella, una Madre sin Hijos, tiene mucho que enseñarnos al resto de las madres. Y decirle que cada vez que señalo una mariposa a mis hijos, me sigo acordando de su pequeño ángel.

Posted on 05/04/2014 Home 0 1440

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