Sí, sí. Ya sé que la mayor parte de los niños pasan por fases y que la de quitarse ropa aquí y allá forma parte de su desarrollo y crecimiento pero, en mi caso, el quita y pon (que tiene mucho más de quita que de pon) se ha convertido en una de esas rutinas bien aprendidas de la que no consigo deshacerme. Mis hijos están cogiendo la (mala) costumbre de quitarse la ropa. Sí, de desvestirse, pero no de aquella forma en la que tú como madre puedes decir abriendo mucho los ojos: Muy bien, Javi ¡Qué mayor eres!

A diario, después de la hora del baño, visto a mis hijos con ropa cómoda para que la rutina antes de irse a dormir y durante el sueño sea agradable. ¿Y qué hacen? Se van corriendo al salón donde se quitan las prendas más rápido de lo que yo abro una caja de bombones.

En esto, mi querido marido no es de gran ayuda. Es uno de estos bichos raros nacido Leo en alma de Acuario. Mitad humano mitad pez, piensa que cualquier temperatura que rebase los 15 grados requiere imperiosamente aire acondicionado. Con esta sensación de calor constante, la única prenda que se pone para andar por casa son unos pantalones cortos. Nada más.

Así que, mientras que cualquiera que se preste se acerca por Abercrombie & Fitch para ver a chicarrones semidesnudos, mi canguro, mi cartera y mis vecinas sólo tienen que asomarse por el 7ºB a la hora de la cena. Ya, ya sé que mi marido tiene 20 años más que los guapetones de Abercrombie & Fitch pero bueno, teniendo en cuenta que estando en casa no pierdes media hora en llegar hasta la tienda, tampoco está tan mal.

Con semejante escena, no sirve de mucho decir a mis hijos que deben vestirse para no enfriarse. Ahora mismo lo divertido es quitarse la ropa y ser ¡como papá!

Quizás haya llegado la hora de preparar un Saco Pingüino XXXXXL para mi marido…¡Uhmmm!

Sí, sí. Ya sé que la mayor parte de los niños pasan por fases y que la de quitarse ropa aquí y allá forma parte de su desarrollo y crecimiento pero, en mi caso, el quita y pon (que tiene mucho más de quita que de pon) se ha convertido en una de esas rutinas bien aprendidas de la que no consigo deshacerme. Mis hijos están cogiendo la (mala) costumbre de quitarse la ropa. Sí, de desvestirse, pero no de aquella forma en la que tú como madre puedes decir abriendo mucho los ojos: Muy bien, Javi ¡Qué mayor eres!

A diario, después de la hora del baño, visto a mis hijos con ropa cómoda para que la rutina antes de irse a dormir y durante el sueño sea agradable. ¿Y qué hacen? Se van corriendo al salón donde se quitan las prendas más rápido de lo que yo abro una caja de bombones.

En esto, mi querido marido no es de gran ayuda. Es uno de estos bichos raros nacido Leo en alma de Acuario. Mitad humano mitad pez, piensa que cualquier temperatura que rebase los 15 grados requiere imperiosamente aire acondicionado. Con esta sensación de calor constante, la única prenda que se pone para andar por casa son unos pantalones cortos. Nada más.

Así que, mientras que cualquiera que se preste se acerca por Abercrombie & Fitch para ver a chicarrones semidesnudos, mi canguro, mi cartera y mis vecinas sólo tienen que asomarse por el 7ºB a la hora de la cena. Ya, ya sé que mi marido tiene 20 años más que los guapetones de Abercrombie & Fitch pero bueno, teniendo en cuenta que estando en casa no pierdes media hora en llegar hasta la tienda, tampoco está tan mal.

Con semejante escena, no sirve de mucho decir a mis hijos que deben vestirse para no enfriarse. Ahora mismo lo divertido es quitarse la ropa y ser ¡como papá!

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