Altamira, un iPad y yo

Altamira, un iPad y yo

-¿Por qué te comportas así? Es que no te entiendo, ¿no puedes hacer como todo el mundo y estarte quieta mientras hacemos una visita turística?

- Ya…

- ¿Tú es que te crees que todo es una fiesta y diversión?

- No Mamá, pero..

- No hay peros – me dice mi madre - Dale a la chica tu tableta para que borre la foto, paga la multa e intenta explicar a tus hijos tu comportamiento.

¡Ayyy! Todo empezó como siempre, con mucha ilusión. No hago las cosas por maldad, de verdad, la emoción me confunde.

 

Nos fuimos con los niños a La Cueva de Altamira, a la reproducción.

Fue poner un pie en el parking de museo y entré en trance.

Me imaginaba a mí misma hace 40.000 años vestida con pieles de carnero y con los pelos todos enmarañados haciendo el mamut. El lugar invita a ello, la verdad. Pensar que hace tantos miles de años ya había humanos en la zona te hace relativizar todo.

Visitamos el museo e incluso nos acercamos a la entrada de la cueva (nos dijeron que podíamos acercarnos por el perímetro de La Cueva mientras la valla lo permitiera). No os puedo explicar qué simbiosis con la naturaleza se siente allí.

Los niños iban caminando primero y mi hija mediana hizo un quiebro y se metió bajo un pequeñísimo pasadizo, formado por las raíces de un árbol todo lleno de frondosa naturaleza. Encontró una puerta vieja y olvidada con un agujero en la parte de arriba.

Se acercó pero no llegaba, así que su hermano la aupó. Empezó a gritar:

- ¡Se ve la cueva, se ve la cueva!

A mi, en mi trance, me dio miedo acercarme.

- Alumbradlo con la cámara del móvil para verlo mejor- les dije.

- ¡No! – dijo mi hermana Mat. No podéis alumbrar con luz la cueva, que aunque no sea la zona de las pinturas.Está protegida y hay que conservarla.

- Ay, sí, tienes razón- le dije.

- Además pueden salir murciélagos- dijo mi hijo mayor.

- Venga, Mamá, acércate que eres la única que queda por mirar.

- No, que me da miedo.

- ¡Qué boba eres!-  y empezaron a meterse conmigo.

Me acerqué y miré.

Primero miré con los ojos cerrados esperando que me atacara un murciélago. Luego los abrí y empecé a gritar.

-¡Hay algo que se mueve dentro, un oso o un humano o algo así!

Y todos se empiezan a reír de mí porque saben que mi imaginación me juega malas pasadas.

Pero suena: “iiiigggg” y se abre la puerta.

Todos se quedan tan paralizados como yo. Mi hija pequeña, para no variar, se hizo pis encima.

En ese momento no sabía muy bien qué hacer, morirme de un infarto o preguntarle si había salido de la máquina del tiempo

-¿Me deja pasar, Señora?, ¿qué hacen mirando por la puerta de la cueva?

-Perdón - farfullé… ¿Es usted un troglodita?.

-Señora, ¿ha visto usted muchos trogloditas con una Tablet en la mano? Soy uno de los arqueólogos que realiza los estudios dentro de la cueva y les advierto que no pueden estar aquí.

Mi hermana le pidió mil perdones y le explicó que los niños se habían sentido exploradores al encontrar esta entrada. Él nos dijo que lo mejor era que termináramos el recorrido.

Nos dirigimos hacia la entrada de la Neocueva, para ver la reproducción.

Lo primero que nos advirtió la guía era que no se podían utilizar los móviles para hacer fotos y que teníamos que estar en silencio.

El recorrido fue maravilloso, os lo recomiendo a todos.

-Aquí me tengo que hacer un selfi- pensé- Total, es una reproducción y no lo voy a estropear porque no voy a usar el flash. Además ha dicho que no se pueden utilizar móviles, nada ha dicho del Ipad.

 Lo sé, lo sé, no me lo digáis que ya lo sé. No debería haberlo hecho pero pensé que así, a escondidas, con el Ipad dentro de la cesta de la playa apuntando para arriba no se iba a notar que hacía lo foto.

Me puse manos a la obra, metí la mano en el bolso e intenté apuntarme a mí y a la vez al bisonte.

Me moví un poco a la derecha, un poco más, ahora ya sólo una sonrisa y listo.

Siento un aliento en mi oreja que me dice:

- ¿No tuvo usted bastante con mirar por la puerta de la cueva?

-¡Ahhhhh, el arqueólogo againnnnn!  -Este hombre está decidido a matarme del susto.

-Acompáñeme, por favor. Ya sabía yo que a usted tenía que vigilarla.

Me sacaron de allí como a las presas, uno de seguridad a cada lado y el arqueólogo abriendo paso.

Mis hijos, mis sobrinos, mi hermana y mi madre nos seguían absolutamente avergonzados.

Y así es como he tenido que pagar una multa que ha sido la de no poder acceder a la cueva en los próximos 10 años. A la infracción la titularon: la señora del Ipad.

El peor castigo que me podían hacer. Merecido lo tengo. Pero en 2026 vuelvo J

Posted on 04/09/2016 Home, Creciendo voy, creciendo..., Últimos post 0 1442

Leave a CommentLeave a Reply

You must be logged in to post a comment.

Buscar

Categorías

Anterior
Siguiente
Altamira, un iPad y yo - Saco Pingüino. Pijamas para dormir calentitos toda la noche. Blog js_def
Altamira, un iPad y yo

Altamira, un iPad y yo

-¿Por qué te comportas así? Es que no te entiendo, ¿no puedes hacer como todo el mundo y estarte quieta mientras hacemos una visita turística?

- Ya…

- ¿Tú es que te crees que todo es una fiesta y diversión?

- No Mamá, pero..

- No hay peros – me dice mi madre - Dale a la chica tu tableta para que borre la foto, paga la multa e intenta explicar a tus hijos tu comportamiento.

¡Ayyy! Todo empezó como siempre, con mucha ilusión. No hago las cosas por maldad, de verdad, la emoción me confunde.

 

Nos fuimos con los niños a La Cueva de Altamira, a la reproducción.

Fue poner un pie en el parking de museo y entré en trance.

Me imaginaba a mí misma hace 40.000 años vestida con pieles de carnero y con los pelos todos enmarañados haciendo el mamut. El lugar invita a ello, la verdad. Pensar que hace tantos miles de años ya había humanos en la zona te hace relativizar todo.

Visitamos el museo e incluso nos acercamos a la entrada de la cueva (nos dijeron que podíamos acercarnos por el perímetro de La Cueva mientras la valla lo permitiera). No os puedo explicar qué simbiosis con la naturaleza se siente allí.

Los niños iban caminando primero y mi hija mediana hizo un quiebro y se metió bajo un pequeñísimo pasadizo, formado por las raíces de un árbol todo lleno de frondosa naturaleza. Encontró una puerta vieja y olvidada con un agujero en la parte de arriba.

Se acercó pero no llegaba, así que su hermano la aupó. Empezó a gritar:

- ¡Se ve la cueva, se ve la cueva!

A mi, en mi trance, me dio miedo acercarme.

- Alumbradlo con la cámara del móvil para verlo mejor- les dije.

- ¡No! – dijo mi hermana Mat. No podéis alumbrar con luz la cueva, que aunque no sea la zona de las pinturas.Está protegida y hay que conservarla.

- Ay, sí, tienes razón- le dije.

- Además pueden salir murciélagos- dijo mi hijo mayor.

- Venga, Mamá, acércate que eres la única que queda por mirar.

- No, que me da miedo.

- ¡Qué boba eres!-  y empezaron a meterse conmigo.

Me acerqué y miré.

Primero miré con los ojos cerrados esperando que me atacara un murciélago. Luego los abrí y empecé a gritar.

-¡Hay algo que se mueve dentro, un oso o un humano o algo así!

Y todos se empiezan a reír de mí porque saben que mi imaginación me juega malas pasadas.

Pero suena: “iiiigggg” y se abre la puerta.

Todos se quedan tan paralizados como yo. Mi hija pequeña, para no variar, se hizo pis encima.

En ese momento no sabía muy bien qué hacer, morirme de un infarto o preguntarle si había salido de la máquina del tiempo

-¿Me deja pasar, Señora?, ¿qué hacen mirando por la puerta de la cueva?

-Perdón - farfullé… ¿Es usted un troglodita?.

-Señora, ¿ha visto usted muchos trogloditas con una Tablet en la mano? Soy uno de los arqueólogos que realiza los estudios dentro de la cueva y les advierto que no pueden estar aquí.

Mi hermana le pidió mil perdones y le explicó que los niños se habían sentido exploradores al encontrar esta entrada. Él nos dijo que lo mejor era que termináramos el recorrido.

Nos dirigimos hacia la entrada de la Neocueva, para ver la reproducción.

Lo primero que nos advirtió la guía era que no se podían utilizar los móviles para hacer fotos y que teníamos que estar en silencio.

El recorrido fue maravilloso, os lo recomiendo a todos.

-Aquí me tengo que hacer un selfi- pensé- Total, es una reproducción y no lo voy a estropear porque no voy a usar el flash. Además ha dicho que no se pueden utilizar móviles, nada ha dicho del Ipad.

 Lo sé, lo sé, no me lo digáis que ya lo sé. No debería haberlo hecho pero pensé que así, a escondidas, con el Ipad dentro de la cesta de la playa apuntando para arriba no se iba a notar que hacía lo foto.

Me puse manos a la obra, metí la mano en el bolso e intenté apuntarme a mí y a la vez al bisonte.

Me moví un poco a la derecha, un poco más, ahora ya sólo una sonrisa y listo.

Siento un aliento en mi oreja que me dice:

- ¿No tuvo usted bastante con mirar por la puerta de la cueva?

-¡Ahhhhh, el arqueólogo againnnnn!  -Este hombre está decidido a matarme del susto.

-Acompáñeme, por favor. Ya sabía yo que a usted tenía que vigilarla.

Me sacaron de allí como a las presas, uno de seguridad a cada lado y el arqueólogo abriendo paso.

Mis hijos, mis sobrinos, mi hermana y mi madre nos seguían absolutamente avergonzados.

Y así es como he tenido que pagar una multa que ha sido la de no poder acceder a la cueva en los próximos 10 años. A la infracción la titularon: la señora del Ipad.

El peor castigo que me podían hacer. Merecido lo tengo. Pero en 2026 vuelvo J

Posted on 04/09/2016 Home, Creciendo voy, creciendo..., Últimos post 0 1442

Leave a CommentLeave a Reply

You must be logged in to post a comment.

Buscar

Categorías

Anterior
Siguiente