La Margarita Party

La Margarita Party

Como todos los años, hemos ido a Boston a visitar a mi suegros. Ya os he contado mil veces que mi Cari es de allí. Así que, cuando llega el verano, nos toca visita familiar. Me encanta ir y me encanta ver a mi familia americana.

Mis suegros viven en un edificio de 84 plantas en el centro de la ciudad. La planta 85 es la azota y ahí está la piscina a la que solemos subir con los niños. Les encanta poder bañarse y ver Boston desde lo alto.

Y como sucede cuando vas con los niños a la piscina, después de mil preparativos, horas echando crema y poniendo bañadores, cuando llegamos arriba se nos habían olvidado los manguitos de la peque.

- No te preocupes que bajo yo en un momento y los cojo – le digo a Cari.

- No, que llamo a mi madre y le digo que los suba – me responde.

- De verdad, que no me cuesta nada bajar. Quédate tú con ellos mientras tanto.

Y con las mismas y, sin darle más opción, me meto en el ascensor y bajo. Sólo llevo el móvil y las llaves, nada más.

En la planta 79 se sube una señora de mediana edad con una bolsa de playa enorme.

Le doy los buenos días, ella a mí, y pulso el botón de piso bajo.

De repente, el ascensor se para entre dos pisos y se apagan todas las luces. A decir verdad, no tengo claustrofobia pero pensar que estaba a 77 pisos y medio de altura me da un poco de yuyu.

A los dos segundos se enciende la luz de emergencia. Por lo menos, vemos algo.

Intento escribir a Cari al móvil para avisarle de que estaba encerrada, pero estamos sin cobertura.

- Seguramente el edificio se ha quedado sin energía eléctrica - me dice la señora que esta en el ascensor conmigo.

- Ah vaya, ¿y esto sucede muy a menudo?.

- Pues la verdad es que suele suceder en invierno cuando hace mucho frío, nunca en verano. Me llamo Estefany.

- Mucho gusto - le contesto.

Empiezo a  mirar al techo a ver si así pasa el tiempo más rápido y me entretengo, pero da la impresión de que vamos a estar allí mucho rato.

Siento un calor tremendo -fuera estamos a 38 grados-. El ascensor, sin aire acondicionado, se me hace insoportable. Me empiezo a poner un poco nerviosa. Me siento en el suelo, Estefany me sigue y me dice:

- Creo que vamos a estar aquí bastante rato, ¿sabes hacer yoga?

- Sí, le contesto.

- Pues creo que este es el mejor momento para hacerlo. Saca unas gomas para el pelo de su bolsa y una alfombra de yoga que pone en horizontal para que la compartamos.

Así que allí nos tenéis a las dos haciendo la postura del guerrero, seguida del saludo al sol.

Mientras ella hace oummmmmmm, masculla algo muy raro que mi nivel de inglés no alcanza a entender así que opto por quedarme calladita.

-Vamos a beber un poco de agua tonificada- dice Estefany y saca unos vasos y una botella de agua.

Yo pienso: ¡Madre mía! ¿qué tendrá ese “agua tonificada”? Me la bebo más o menos como se debió beber la cicuta el emperador Claudio, pensando que iba a morir, pero entre caer al vacío y la cicuta preferí la segunda.

Estaba bastante rica, tenía sabor a fresa.

Sudamos como pollos -el calor es infernal-, así que Estefany decide sacar unos abanicos de su bolso.

- Así mucho mejor, ¿verdad?. No te preocupes por nada porque en la bolsa tengo comida y bebida para, al menos, 48 horas. Además tengo revistas y la Tablet con varias series. ¿Te apetece ver una?

- ¿Tú crees que vamos a estar aquí más de un día?

- Todo es posible, mejor planear y distribuir los recursos que tenemos. Lo primero es la luz. En breve, la luz de seguridad se apagará, así que tendremos que utilizar nuestros móviles para alumbrarnos. También tengo aquí una pequeña linterna.

Me empieza a entrar una angustia tremenda. Me pongo a gritar como una loca.

- Sáquenos de aquiiií - y a dar saltos

- No saltes, eso es lo peor que puedes hacer. El único peligro que corremos es que se descuelgue el ascensor y caigamos.

Me pego de espaldas al ascensor con los brazos en cruz y la cara pegada a la pared como si eso fuera a hacer que la caída fuera menor y sigo gritando: ¡Socorroooooo!

- Te veo un poco tensa, ¿te apetece colorear? Relaja mucho o, si lo prefieres, tengo unos sándwiches que podemos comer.

- Salir, quiero salir de aquiiií ahora - y empiezo a llorar.

- Bueno, vamos a preparar unas margaritas que llevaba para la playa porque veo que no vas a poder resistir nuestro cautiverio. Intenta separarte de la pared y sentarte en el suelo. Venga, poco a poco, tú eres capaz. - Me cogió de la mano y poco a poco fui sentándome en el suelo. Tenemos de todo para hacer una pequeña fiesta de ascensor. Míralo de esta forma y será mucho más llevadero.

Y poco a poco me voy sentando. Veo a Estefany preparar las margaritas en sus vasos de plástico. Me ofrece una. Es la primera margarita caliente que tomo en mi vida. Estefany pone música y el ambiente empieza a ser mucho más divertido.

Me tomo 3 margaritas, Estefany se bebe 4. En un atisbo de confianza le pregunto:

- ¿Qué vamos a hacer cuando tengamos que hacer pis, Estefany?

- No te preocupes que tengo aquí unas bolsas de zip que podemos utilizar en caso de necesidad.

¡Madre mía! La bolsa de esta mujer es como la de Mary Popins. Lleva de todo.

Se hace de noche y el ascensor no se mueve. Los teléfonos siguen sin cobertura y, al final, nos quedamos dormidas.

De repente, por el intercomunicador del ascensor, se escucha:

-Señoras, ¿pueden oírme?

La verdad que yo no sé cuántas veces nos había llamado porque con la resaca que teníamos creo que tardamos un poco en contestar.

-Sí, podemos oírle.

-Bien, señoras, vamos a poner en marcha el ascensor y necesitamos que se pongan en posición de seguridad, tal y como vamos a indicarles ahora mismo. ¿Recibido?

- Recibido – contestamos las dos.

- Colóquense en el suelo tumbadas boca abajo.

- Oye y ¿para eso nos despiertan?- le digo a Estefany- Si estábamos justo así hace un segundo.

Y empezamos a reírnos como dos colegialas.

Tardaron bastante en conseguir que el ascensor se moviera.

- ¿Nos puede decir qué hora es, por favor?- pregunto yo ya un poco harta de estar boca abajo.

- Son las 4 de la tarde.

- ¿De qué día?

- Sábado.

Llevábamos más de 24 horas metidas en el ascensor y la verdad es que se habían pasado bastante rápidas dentro de lo que cabía en esa situación y todo gracias a la bolsa de Estefany.

El ascensor comenzó a moverse. Cuando llegó al piso 70 se detuvo y se abrieron las puertas donde estaban esperándonos nuestras familias, unos enfermeros con unas camillas e, incluso, una televisión local.

Sí, señores, salimos en la tele. Fue noticia que hubo un fallo eléctrico en el ascensor y que estuvimos en verdadero peligro de caer al vacío. Lo retransmitieron en directo mientras estuvimos allí.

Y nosotras tan “panchas” en nuestra “Margarita Party”. ¡Hay que ver!

Posted on 21/08/2016 Home, Pingüineando/ Penguin..., Últimos post 0 1729

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Como todos los años, hemos ido a Boston a visitar a mi suegros. Ya os he contado mil veces que mi Cari es de allí. Así que, cuando llega el verano, nos toca visita familiar. Me encanta ir y me encanta ver a mi familia americana.

Mis suegros viven en un edificio de 84 plantas en el centro de la ciudad. La planta 85 es la azota y ahí está la piscina a la que solemos subir con los niños. Les encanta poder bañarse y ver Boston desde lo alto.

Y como sucede cuando vas con los niños a la piscina, después de mil preparativos, horas echando crema y poniendo bañadores, cuando llegamos arriba se nos habían olvidado los manguitos de la peque.

- No te preocupes que bajo yo en un momento y los cojo – le digo a Cari.

- No, que llamo a mi madre y le digo que los suba – me responde.

- De verdad, que no me cuesta nada bajar. Quédate tú con ellos mientras tanto.

Y con las mismas y, sin darle más opción, me meto en el ascensor y bajo. Sólo llevo el móvil y las llaves, nada más.

En la planta 79 se sube una señora de mediana edad con una bolsa de playa enorme.

Le doy los buenos días, ella a mí, y pulso el botón de piso bajo.

De repente, el ascensor se para entre dos pisos y se apagan todas las luces. A decir verdad, no tengo claustrofobia pero pensar que estaba a 77 pisos y medio de altura me da un poco de yuyu.

A los dos segundos se enciende la luz de emergencia. Por lo menos, vemos algo.

Intento escribir a Cari al móvil para avisarle de que estaba encerrada, pero estamos sin cobertura.

- Seguramente el edificio se ha quedado sin energía eléctrica - me dice la señora que esta en el ascensor conmigo.

- Ah vaya, ¿y esto sucede muy a menudo?.

- Pues la verdad es que suele suceder en invierno cuando hace mucho frío, nunca en verano. Me llamo Estefany.

- Mucho gusto - le contesto.

Empiezo a  mirar al techo a ver si así pasa el tiempo más rápido y me entretengo, pero da la impresión de que vamos a estar allí mucho rato.

Siento un calor tremendo -fuera estamos a 38 grados-. El ascensor, sin aire acondicionado, se me hace insoportable. Me empiezo a poner un poco nerviosa. Me siento en el suelo, Estefany me sigue y me dice:

- Creo que vamos a estar aquí bastante rato, ¿sabes hacer yoga?

- Sí, le contesto.

- Pues creo que este es el mejor momento para hacerlo. Saca unas gomas para el pelo de su bolsa y una alfombra de yoga que pone en horizontal para que la compartamos.

Así que allí nos tenéis a las dos haciendo la postura del guerrero, seguida del saludo al sol.

Mientras ella hace oummmmmmm, masculla algo muy raro que mi nivel de inglés no alcanza a entender así que opto por quedarme calladita.

-Vamos a beber un poco de agua tonificada- dice Estefany y saca unos vasos y una botella de agua.

Yo pienso: ¡Madre mía! ¿qué tendrá ese “agua tonificada”? Me la bebo más o menos como se debió beber la cicuta el emperador Claudio, pensando que iba a morir, pero entre caer al vacío y la cicuta preferí la segunda.

Estaba bastante rica, tenía sabor a fresa.

Sudamos como pollos -el calor es infernal-, así que Estefany decide sacar unos abanicos de su bolso.

- Así mucho mejor, ¿verdad?. No te preocupes por nada porque en la bolsa tengo comida y bebida para, al menos, 48 horas. Además tengo revistas y la Tablet con varias series. ¿Te apetece ver una?

- ¿Tú crees que vamos a estar aquí más de un día?

- Todo es posible, mejor planear y distribuir los recursos que tenemos. Lo primero es la luz. En breve, la luz de seguridad se apagará, así que tendremos que utilizar nuestros móviles para alumbrarnos. También tengo aquí una pequeña linterna.

Me empieza a entrar una angustia tremenda. Me pongo a gritar como una loca.

- Sáquenos de aquiiií - y a dar saltos

- No saltes, eso es lo peor que puedes hacer. El único peligro que corremos es que se descuelgue el ascensor y caigamos.

Me pego de espaldas al ascensor con los brazos en cruz y la cara pegada a la pared como si eso fuera a hacer que la caída fuera menor y sigo gritando: ¡Socorroooooo!

- Te veo un poco tensa, ¿te apetece colorear? Relaja mucho o, si lo prefieres, tengo unos sándwiches que podemos comer.

- Salir, quiero salir de aquiiií ahora - y empiezo a llorar.

- Bueno, vamos a preparar unas margaritas que llevaba para la playa porque veo que no vas a poder resistir nuestro cautiverio. Intenta separarte de la pared y sentarte en el suelo. Venga, poco a poco, tú eres capaz. - Me cogió de la mano y poco a poco fui sentándome en el suelo. Tenemos de todo para hacer una pequeña fiesta de ascensor. Míralo de esta forma y será mucho más llevadero.

Y poco a poco me voy sentando. Veo a Estefany preparar las margaritas en sus vasos de plástico. Me ofrece una. Es la primera margarita caliente que tomo en mi vida. Estefany pone música y el ambiente empieza a ser mucho más divertido.

Me tomo 3 margaritas, Estefany se bebe 4. En un atisbo de confianza le pregunto:

- ¿Qué vamos a hacer cuando tengamos que hacer pis, Estefany?

- No te preocupes que tengo aquí unas bolsas de zip que podemos utilizar en caso de necesidad.

¡Madre mía! La bolsa de esta mujer es como la de Mary Popins. Lleva de todo.

Se hace de noche y el ascensor no se mueve. Los teléfonos siguen sin cobertura y, al final, nos quedamos dormidas.

De repente, por el intercomunicador del ascensor, se escucha:

-Señoras, ¿pueden oírme?

La verdad que yo no sé cuántas veces nos había llamado porque con la resaca que teníamos creo que tardamos un poco en contestar.

-Sí, podemos oírle.

-Bien, señoras, vamos a poner en marcha el ascensor y necesitamos que se pongan en posición de seguridad, tal y como vamos a indicarles ahora mismo. ¿Recibido?

- Recibido – contestamos las dos.

- Colóquense en el suelo tumbadas boca abajo.

- Oye y ¿para eso nos despiertan?- le digo a Estefany- Si estábamos justo así hace un segundo.

Y empezamos a reírnos como dos colegialas.

Tardaron bastante en conseguir que el ascensor se moviera.

- ¿Nos puede decir qué hora es, por favor?- pregunto yo ya un poco harta de estar boca abajo.

- Son las 4 de la tarde.

- ¿De qué día?

- Sábado.

Llevábamos más de 24 horas metidas en el ascensor y la verdad es que se habían pasado bastante rápidas dentro de lo que cabía en esa situación y todo gracias a la bolsa de Estefany.

El ascensor comenzó a moverse. Cuando llegó al piso 70 se detuvo y se abrieron las puertas donde estaban esperándonos nuestras familias, unos enfermeros con unas camillas e, incluso, una televisión local.

Sí, señores, salimos en la tele. Fue noticia que hubo un fallo eléctrico en el ascensor y que estuvimos en verdadero peligro de caer al vacío. Lo retransmitieron en directo mientras estuvimos allí.

Y nosotras tan “panchas” en nuestra “Margarita Party”. ¡Hay que ver!

Posted on 21/08/2016 Home, Pingüineando/ Penguin..., Últimos post 0 1729

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