No sé si alguna vez os habré contado que mi cuñado y yo éramos pareja de bailes regionales aquí en Asturias. Teníamos nombre artístico y todo: Cova y Nando de Grao.

Hace ya mucho que no actuamos, desde que yo tuve a los niños y no podía dedicarme en cuerpo y alma al folclore astur. Pero hace apenas dos meses nos llamaron para actuar en las fiestas de Gijón… no sólo a nosotros, sino al grupo de bailes regionales del que formábamos parte hace años.

No iba a ser en solitario como a mí me hubiera gustado… pero algo es algo. Yo he echado de menos los escenarios a diario desde que los abandoné. El espectáculo corre por mis venas. Mi esperanza secreta era poder volver con más fuerza que nunca.

Mi cuñado no estaba muy convencido porque no le apetecía volver a bailar.

Intenté convencerle ya que la sola imagen de verme subida al escenario rodeada de admiradores con mis enaguas, mi pañuelo en la cabeza y mis castañuelas en mano me hacía tanta ilusión que abrí campaña electoral a favor del Sí Bailamos.

-Anda porfaaaa, vengaaa, que sólo va a ser una vez.

- Ya no entro en el traje.

- Si te entra… si estás igual.

- Además te conozco y la vas a montar en el escenario. Acuérdate de esta Navidad cuándo hice de Papa Noel y tú de elfo cómo acabó todo que casi incendiamos la Universidad.

- Te prometo que no la monto.

- Júralo.

- Lo juro.

- Si bailo me tienes que hacer mi tarta preferida.

- Vale. Te hago tu tarta.

- Y pollo asado.

- Vaaale y pollo asado.

- Y me libras de cuidar a los niños 3 viernes seguidos.

- NO, eso NO. Sabes bien que Cari y yo necesitamos nuestra cena de los viernes. Eso es sagrado.

Menuda negociación. Me estaba imaginando al Presidente del Gobierno en mi papel. Si te apoyo me haces tarta y pollo asado, jajaja.

Al final le convencí, aunque tuve que ceder 2 viernes. No soy muy buena negociando.

Llega el día. ¡Qué nervios! Actuamos a las 20:30 y a las 12 de la mañana ya estoy vestida de asturiana dando vueltas por casa con las castañuelas en la mano.

- Mamá, ¿vas a ir bailando por el pasillo todo el día? - me preguntaba mi hijo mayor.

- Calla, hijo, que tengo que practicar. Sólo me falta que con los nervios se me olvide un paso.

- Venga, que ya va siendo la hora de irnos - me dice Cari-  Te dejo en el Ayuntamiento y nosotros vamos a aparcar.

Ahí estoy yo, esperando entre bambalinas a que nos toque nuestro turno.

¡Qué nervios! Tengo unas mariposas en el estómago tremendas, las piernas me tiemblan como si fueran cordeles.

Llega nuestra hora y salimos los 14 que éramos.

Yo salgo a darlo todo. Le doy a las castañuelas con un énfasis que casi me disloco la muñeca.

Los 14 en fila enfrentados; las chicas a un lado, los chicos enfrente. Nos está quedando precioso.

De repente, la chica que tengo a mi izquierda hace un quiebro y se coloca delante de mí para bailar con mi cuñado.

Me quedo totalmente descolocada en el grupo y lo único que puedo hacer es moverme disimuladamente hacia la izquierda y colocarme delante del que era su pareja de baile, dándole a la castañuela a más no poder.

Oye, pero esto no puede quedar así. ¡No señor! ¡Qué cara más dura que me acaba de robar la pareja! Hago un quiebro y  me pongo entre ella y mi cuñado.

Me giro con mucha gracia y le sueno las castañuelas a todo meter en la oreja y le digo:

Fuera de aquí que este es mi sitio.

Ella, ni corta ni perezosa, me levanta las faldas.

Mi cuñado pone los ojos el blanco y sin dejar de bailar se acerca a ella, le da señales con la cabeza para que se coloque en su sitio, me coge del brazo y volvemos a bailar juntos.

La chica vuelve y me pega un empujón que me caigo al suelo y vuelve a bailar con mi cuñado.

¡Madre mía! Esto más que el Xiringüelu, parece lucha libre. Nos ha tocado la loca del grupo.

Mi cuñado sigue dando brincos con los brazos en alto, haciendo como si aquello fuera parte del espectáculo. Sonríe muy falsamente, me recoge del suelo y volvemos a bailar. Y me dice entre dientes:

-Haz como si no estuviera.

-Pero si yo ya hago como si no estuviera. Es ella la que está empeñada en que estoy.

Se me han roto las medias al caer, tengo sangre en la rodilla, pero soy una artista y continuo bailando como si nada hasta que en un momento, no sé ni cómo, salgo volando y aterrizo en el centro del escenario haciendo una plancha que me dolió en el pecho y en el orgullo.

Me levanto con la intención de ir a matarla cuando de repente me quedo paralizada con lo que estoy viendo.

Le ha liado a mi cuñado el pañuelo a la muñeca y lo tiene preso, bailando con él, literalmente amarrado.

Sólo me queda una opción, bailar a 3.

Así que terminamos la actuación bailando en trío; ella a un lado, yo al otro y mi cuñado en el medio.

Desde entonces nos llamamos Nando, Yoli y Cova de Grao. Somos la sensación de las fiestas de los pueblos. Hemos firmado ya 10 bolos para este otoño.

No sé si alguna vez os habré contado que mi cuñado y yo éramos pareja de bailes regionales aquí en Asturias. Teníamos nombre artístico y todo: Cova y Nando de Grao.

Hace ya mucho que no actuamos, desde que yo tuve a los niños y no podía dedicarme en cuerpo y alma al folclore astur. Pero hace apenas dos meses nos llamaron para actuar en las fiestas de Gijón… no sólo a nosotros, sino al grupo de bailes regionales del que formábamos parte hace años.

No iba a ser en solitario como a mí me hubiera gustado… pero algo es algo. Yo he echado de menos los escenarios a diario desde que los abandoné. El espectáculo corre por mis venas. Mi esperanza secreta era poder volver con más fuerza que nunca.

Mi cuñado no estaba muy convencido porque no le apetecía volver a bailar.

Intenté convencerle ya que la sola imagen de verme subida al escenario rodeada de admiradores con mis enaguas, mi pañuelo en la cabeza y mis castañuelas en mano me hacía tanta ilusión que abrí campaña electoral a favor del Sí Bailamos.

-Anda porfaaaa, vengaaa, que sólo va a ser una vez.

- Ya no entro en el traje.

- Si te entra… si estás igual.

- Además te conozco y la vas a montar en el escenario. Acuérdate de esta Navidad cuándo hice de Papa Noel y tú de elfo cómo acabó todo que casi incendiamos la Universidad.

- Te prometo que no la monto.

- Júralo.

- Lo juro.

- Si bailo me tienes que hacer mi tarta preferida.

- Vale. Te hago tu tarta.

- Y pollo asado.

- Vaaale y pollo asado.

- Y me libras de cuidar a los niños 3 viernes seguidos.

- NO, eso NO. Sabes bien que Cari y yo necesitamos nuestra cena de los viernes. Eso es sagrado.

Menuda negociación. Me estaba imaginando al Presidente del Gobierno en mi papel. Si te apoyo me haces tarta y pollo asado, jajaja.

Al final le convencí, aunque tuve que ceder 2 viernes. No soy muy buena negociando.

Llega el día. ¡Qué nervios! Actuamos a las 20:30 y a las 12 de la mañana ya estoy vestida de asturiana dando vueltas por casa con las castañuelas en la mano.

- Mamá, ¿vas a ir bailando por el pasillo todo el día? - me preguntaba mi hijo mayor.

- Calla, hijo, que tengo que practicar. Sólo me falta que con los nervios se me olvide un paso.

- Venga, que ya va siendo la hora de irnos - me dice Cari-  Te dejo en el Ayuntamiento y nosotros vamos a aparcar.

Ahí estoy yo, esperando entre bambalinas a que nos toque nuestro turno.

¡Qué nervios! Tengo unas mariposas en el estómago tremendas, las piernas me tiemblan como si fueran cordeles.

Llega nuestra hora y salimos los 14 que éramos.

Yo salgo a darlo todo. Le doy a las castañuelas con un énfasis que casi me disloco la muñeca.

Los 14 en fila enfrentados; las chicas a un lado, los chicos enfrente. Nos está quedando precioso.

De repente, la chica que tengo a mi izquierda hace un quiebro y se coloca delante de mí para bailar con mi cuñado.

Me quedo totalmente descolocada en el grupo y lo único que puedo hacer es moverme disimuladamente hacia la izquierda y colocarme delante del que era su pareja de baile, dándole a la castañuela a más no poder.

Oye, pero esto no puede quedar así. ¡No señor! ¡Qué cara más dura que me acaba de robar la pareja! Hago un quiebro y  me pongo entre ella y mi cuñado.

Me giro con mucha gracia y le sueno las castañuelas a todo meter en la oreja y le digo:

Fuera de aquí que este es mi sitio.

Ella, ni corta ni perezosa, me levanta las faldas.

Mi cuñado pone los ojos el blanco y sin dejar de bailar se acerca a ella, le da señales con la cabeza para que se coloque en su sitio, me coge del brazo y volvemos a bailar juntos.

La chica vuelve y me pega un empujón que me caigo al suelo y vuelve a bailar con mi cuñado.

¡Madre mía! Esto más que el Xiringüelu, parece lucha libre. Nos ha tocado la loca del grupo.

Mi cuñado sigue dando brincos con los brazos en alto, haciendo como si aquello fuera parte del espectáculo. Sonríe muy falsamente, me recoge del suelo y volvemos a bailar. Y me dice entre dientes:

-Haz como si no estuviera.

-Pero si yo ya hago como si no estuviera. Es ella la que está empeñada en que estoy.

Se me han roto las medias al caer, tengo sangre en la rodilla, pero soy una artista y continuo bailando como si nada hasta que en un momento, no sé ni cómo, salgo volando y aterrizo en el centro del escenario haciendo una plancha que me dolió en el pecho y en el orgullo.

Me levanto con la intención de ir a matarla cuando de repente me quedo paralizada con lo que estoy viendo.

Le ha liado a mi cuñado el pañuelo a la muñeca y lo tiene preso, bailando con él, literalmente amarrado.

Sólo me queda una opción, bailar a 3.

Así que terminamos la actuación bailando en trío; ella a un lado, yo al otro y mi cuñado en el medio.

Desde entonces nos llamamos Nando, Yoli y Cova de Grao. Somos la sensación de las fiestas de los pueblos. Hemos firmado ya 10 bolos para este otoño.