
El Camino de Santiago
- El grupo del gimnasio quiere hacer dos etapas del Camino de Santiago. ¿Te apuntas conmigo?
- ¿Te acuerdas de las ampollas que tuvimos la última vez?
- Claro que me acuerdo, una se me fosilizó.
- ¿Y todavía quieres que volvamos?
- Vamos, que la Cuñada se raja
-No, no me rajo, claro que voy. Vaya por Dios, pero ¿por qué seré yo tan orgullosa?
Me organicé con Cari que se quedó con los niños ese fin de semana.
Salíamos desde El Bierzo e íbamos a hacer 90 kilómetros divididos en dos etapas.
Os diré la verdad: el primer día estuve a punto de tirar la toalla. Tras 40 kilómetros ya no podía más y pensar que aún me quedaban otros 50 para el día siguiente casi, casi me hace volver a casa.
Llamé a Cari y le dije:
- No puedo más, no creo que mañana siga.
-No te preocupes que ahora te vamos a buscar
- No, ahora no. No te preocupes que me acuesto y mañana estoy como una rosa.
¡Sólo me faltaba que para una única noche que he tenido en los últimos 9 años para disfrutar de compañía únicamente adulta me la van a venir a fastidiar!
Así que pasamos una velada magnífica: cenamos muy bien, nos reímos y charlamos hasta que todos, agotados, nos fuimos para la cama.
Al día siguiente, como os podéis imaginar, no podía ni con mi alma.
Empezó la marcha y a los 10 kilómetros me sentía como si hubiera ido hasta Nepal y vuelto en el mismo día.
Le dije a mi cuñado:
-No puedo más, seguid vosotros. Yo necesito parar media hora.
- ¿Cómo te voy a dejar aquí sola en medio de la nada, Cuñada? Me quedo contigo y ya les alcanzaremos en el hotel.
- Te lo agradezco mucho.
Nos sentamos a descansar apoyados en unas rocas.
-Si te soy sincero- dijo mi cuñado- yo estaba también muerto. Me ha venido bien parar.
Hacía solecito y nos quedamos allí medio adormilados.
¡Qué gusto poder descansar con el calor del sol! Entreabro un ojo y veo un bulto a lo lejos, muy lejos, que viene como corriendo.
-Por ahí viene un toro - le digo a mi cuñado.
Abre medio ojo y me dice:
-¡Qué va a ser un toro en León! Es un perro.
- ¡Ah! -le digo. Vuelvo a cerrar los ojos y me quedo tan pichi.
A los dos minutos vuelvo a mirar y ya a 100 metros tenemos un toro que viene enfilado hacia nosotros como el Expreso de Chicago.
Y le digo:
-¡Que es un toro, jolín!
Nunca en la vida jamás había visto a mi cuñado dar un salto más grande y echar a correr a toda velocidad.
Yo salgo corriendo detrás y me quedo entre mi cuñado y el toro.
El toro no sé si iba a por nosotros o no, pero no paraba de correr, era como Forrest Gump. Cuando llevábamos ya 5 minutos corriendo pensé: Este toro no va a dejar de seguirnos nunca, lo mejor es que nos subamos a un árbol para que nos deje en paz.
Le grité a mi cuñado:
-Súbete a ese árbol rápido a ver si el toro pasa de largo.
Oye, que se le notan las clases de Cross-fit. Se subió al árbol en un segundo y me tendió la mano para ayudarme a trepar, aunque más bien tiró de mí y me subió.
De vez en cuando, el toro, daba una cornada al árbol con la intención de tirarnos, pero no lo consiguió. Yo gritaba como una loca cada vez que embestía y me sujetaba a la rama como si me fuera la vida en ello. Estaba mareada y tenía vértigo. Me quería ir a mi casa con mi madre.
-No te muevas de cómo estás- me susurra mi cuñado.
Me quedé allí quieta como una estatua, con los ojos cerrados esperando que el toro nos metiera otra cornada.
-Ya está.
-¿Ya está qué?
-Que te he hecho una foto.
-A ver, estamos en el peor momento de nuestras vidas y a ti lo único que se te ocurre, ¿es hacerme una foto?
-Es que tú no te has visto, agarrada a la rama del árbol que parece que lo vas a estrangular.
Empiezan a llegar los mensajes de WhatsApp
-¿Qué ha pasado? Ahora mismo volvemos y llamamos a la policía para que os vayan a ayudar.
Ha mandado la foto al grupo “Camino de Santiago” diciendo: SOS, este árbol necesita un poco de respiro.
Llegó primero la policía y los dueños del toro, que se había escapado de una finca vecina. “Delicioso” se llamaba. Se lo llevaron.
Después la policía me ayudó a bajar del árbol porque tenía un ataque de pánico que no podía ni moverme.
Me llevaron al hotel y Cari vino a buscarme. Nunca jamás más volveré a hacer el Camino de Santiago con mi cuñado.