Las literas

Las literas

Voy a haceros una confesión: lo he hecho fatal, peor imposible. A día de hoy, admito que no he sabido enseñar a mis hijos a dormirse solos.

Durante el día todo va de maravilla (claro, hay que tener en cuenta que se pasan casi toda la jornada en el colegio) pero llega la noche y esto se descompone.

Ya os he contado en más de una ocasión que voy de cama en cama y tiro porque me toca pero, como no tenía suficiente con este tema, se me ocurrió que las niñas ya tenían edad y les podíamos poner unas LITERAS.

Me pregunto, ¿en qué momento se me ocurrió a mí esta historia?

Antes, se despertaba una de las dos niñas y yo me dejaba caer entre las dos camas que estaban pegadas la una a la otra y, más o menos dormía, hasta que el mayor me pedía agua o hasta que me dolía tanto la espalda por dormir encima de los largueros que me despertaba e intentaba volver a la mía.

Digo intentaba porque, como bien sabéis, los hijos tienen un sexto sentido para detectar cuando el padre o la madre está intentando huir. En ese momento, le salta una alarma, se despiertan y te piden agua, pis, un cola cao caliente….cualquier cosa que te haga ponerte de pie en medio de la noche.

Pues aunque no os lo creáis, hasta ese momento mi vida era perfecta.

Ahora la mayor duerme en la litera de arriba y tiene miedo.

Yo, al principio, por no subir por esa escalera infernal, me puse de pie al lado de su cabeza y le di la mano pero, claro, cuando después de 20 minutos así el brazo se me empezó a gangrenar decidí que mejor subía a dormir con ella.

Ya cuando compré las literas le pregunté al vendedor que cuánto peso soportaba la cama de arriba y me dijo que 110 kilos. Me puse a hacer cálculos, es difícil hacer estas cosas cuando el cerebro está desenchufado pero esforzándome pensé, yo peso 64 y la niña pesa 39 así que hay margen suficiente para que no nos caigamos encima de la pequeña.

Me agarro a la escalera e intento trepar, a oscuras claro está. Tardo media hora en ir encontrado los peldaños, me siento como en una prueba de Ninja Warrior.

Consigo subirme a la litera y me tumbo pero, claro, en una cama de 90 dos personas caben malamente, y eso que yo ya tengo un máster en Duerma usted en 15 centímetros de ancho de cama, pero lo hacía a ras de suelo, ahora tengo que dormir medio colgando a 1.58 metros.

Me paso el resto de la noche cayéndome en sueños, me caigo desde las Pirámides de Egipto, desde la ventana de mi casa, voy de liana en liana por la selva. Menos mal que tengo súper presente en mi inconsciente que me puedo caer de la cama.

Se despierta mi hijo pidiendo agua, y…. lo que es la costumbre oye, pongo un pie en el suelo para salir corriendo y de correr…. nada, me doy de bruces contra el suelo.

Cuando estoy allí tirada, me pregunto, ¿dónde estoy?, ¿qué me ha pasado?, no entiendo nada, ¿por qué me he caído?, ¿de dónde?

Sigo oyendo a mi hijo llamarme a grito pelado e intento ponerme de pie. No puedo, pero este instinto de madre coraje que ya sabéis que me caracteriza, me obliga a reptar por el suelo, pero tampoco puedo porque, con la caída, he hecho un triple salto mortal hacia adelante culminado con espagat en suelo duro. Que no me habré roto nada, pero igual las piernas no consigo volver a juntarlas en los próximos dos meses.

Me doy cuenta que estoy sangrando por la boca. Consigo llegar a encender la luz, me miro en el espejo del armario y me encuentro a Mayl Streep en Into the Wood. Se me ha partido un diente, el paleto de la derecha. Me pongo a llorar del susto de verme tan fea con la boca sangrando, agujero negro en la boca y los pelos de loca.

Os preguntaréis por qué nadie me viene a ayudar, la respuesta es sencilla, porque nadie me oye, nadie ha oído el golpe de 64 kilos cayendo a una velocidad de 45 kilómetros hora contra el suelo. Nadie me oye llorar pero, qué curioso, el ruido de la sábana deslizándose contra mi pijama para levantarme de sus pequeñas camitas, despierta a la familia entera.

Me arrastro hasta mi habitación y en la puerta le grito a Cari. “Oyesss que me he caído y me farrrllta un dienche

¿Eeeehh? dice Cari, ¿qué pasa? Enciende la luz y me ve tirada en el suelo con la boca sangrando como una fuente.

Se levanta de golpe y me dice: Pero ¿qué te ha pasado?

Que me he caído de la litera de arriba.

Ya sabía yo que te ibas a subir a esa litera, ¿pero cómo se te ocurre?

Pues ya “vezsh”, como todas las “mongoladazsh” que “zshe” me ocurren a mí, porque a “lazsh” 3ss de la mañana no “zshé” qué hacer con mi cuerpo y entro en “fazshe” de “autodezshtrucción”.

Chicos y chicas, si queréis mantener los dientes hasta los 90, enseñad a vuestros hijos a dormir solos.

Posted on 13/12/2015 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 1909

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Las literas - Saco Pingüino. Pijamas para dormir calentitos toda la noche. Blog js_def
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Voy a haceros una confesión: lo he hecho fatal, peor imposible. A día de hoy, admito que no he sabido enseñar a mis hijos a dormirse solos.

Durante el día todo va de maravilla (claro, hay que tener en cuenta que se pasan casi toda la jornada en el colegio) pero llega la noche y esto se descompone.

Ya os he contado en más de una ocasión que voy de cama en cama y tiro porque me toca pero, como no tenía suficiente con este tema, se me ocurrió que las niñas ya tenían edad y les podíamos poner unas LITERAS.

Me pregunto, ¿en qué momento se me ocurrió a mí esta historia?

Antes, se despertaba una de las dos niñas y yo me dejaba caer entre las dos camas que estaban pegadas la una a la otra y, más o menos dormía, hasta que el mayor me pedía agua o hasta que me dolía tanto la espalda por dormir encima de los largueros que me despertaba e intentaba volver a la mía.

Digo intentaba porque, como bien sabéis, los hijos tienen un sexto sentido para detectar cuando el padre o la madre está intentando huir. En ese momento, le salta una alarma, se despiertan y te piden agua, pis, un cola cao caliente….cualquier cosa que te haga ponerte de pie en medio de la noche.

Pues aunque no os lo creáis, hasta ese momento mi vida era perfecta.

Ahora la mayor duerme en la litera de arriba y tiene miedo.

Yo, al principio, por no subir por esa escalera infernal, me puse de pie al lado de su cabeza y le di la mano pero, claro, cuando después de 20 minutos así el brazo se me empezó a gangrenar decidí que mejor subía a dormir con ella.

Ya cuando compré las literas le pregunté al vendedor que cuánto peso soportaba la cama de arriba y me dijo que 110 kilos. Me puse a hacer cálculos, es difícil hacer estas cosas cuando el cerebro está desenchufado pero esforzándome pensé, yo peso 64 y la niña pesa 39 así que hay margen suficiente para que no nos caigamos encima de la pequeña.

Me agarro a la escalera e intento trepar, a oscuras claro está. Tardo media hora en ir encontrado los peldaños, me siento como en una prueba de Ninja Warrior.

Consigo subirme a la litera y me tumbo pero, claro, en una cama de 90 dos personas caben malamente, y eso que yo ya tengo un máster en Duerma usted en 15 centímetros de ancho de cama, pero lo hacía a ras de suelo, ahora tengo que dormir medio colgando a 1.58 metros.

Me paso el resto de la noche cayéndome en sueños, me caigo desde las Pirámides de Egipto, desde la ventana de mi casa, voy de liana en liana por la selva. Menos mal que tengo súper presente en mi inconsciente que me puedo caer de la cama.

Se despierta mi hijo pidiendo agua, y…. lo que es la costumbre oye, pongo un pie en el suelo para salir corriendo y de correr…. nada, me doy de bruces contra el suelo.

Cuando estoy allí tirada, me pregunto, ¿dónde estoy?, ¿qué me ha pasado?, no entiendo nada, ¿por qué me he caído?, ¿de dónde?

Sigo oyendo a mi hijo llamarme a grito pelado e intento ponerme de pie. No puedo, pero este instinto de madre coraje que ya sabéis que me caracteriza, me obliga a reptar por el suelo, pero tampoco puedo porque, con la caída, he hecho un triple salto mortal hacia adelante culminado con espagat en suelo duro. Que no me habré roto nada, pero igual las piernas no consigo volver a juntarlas en los próximos dos meses.

Me doy cuenta que estoy sangrando por la boca. Consigo llegar a encender la luz, me miro en el espejo del armario y me encuentro a Mayl Streep en Into the Wood. Se me ha partido un diente, el paleto de la derecha. Me pongo a llorar del susto de verme tan fea con la boca sangrando, agujero negro en la boca y los pelos de loca.

Os preguntaréis por qué nadie me viene a ayudar, la respuesta es sencilla, porque nadie me oye, nadie ha oído el golpe de 64 kilos cayendo a una velocidad de 45 kilómetros hora contra el suelo. Nadie me oye llorar pero, qué curioso, el ruido de la sábana deslizándose contra mi pijama para levantarme de sus pequeñas camitas, despierta a la familia entera.

Me arrastro hasta mi habitación y en la puerta le grito a Cari. “Oyesss que me he caído y me farrrllta un dienche

¿Eeeehh? dice Cari, ¿qué pasa? Enciende la luz y me ve tirada en el suelo con la boca sangrando como una fuente.

Se levanta de golpe y me dice: Pero ¿qué te ha pasado?

Que me he caído de la litera de arriba.

Ya sabía yo que te ibas a subir a esa litera, ¿pero cómo se te ocurre?

Pues ya “vezsh”, como todas las “mongoladazsh” que “zshe” me ocurren a mí, porque a “lazsh” 3ss de la mañana no “zshé” qué hacer con mi cuerpo y entro en “fazshe” de “autodezshtrucción”.

Chicos y chicas, si queréis mantener los dientes hasta los 90, enseñad a vuestros hijos a dormir solos.

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