Acción de Gracias

Acción de Gracias

Como ya sabéis,  Cari es de Boston, y este año he decidido hacerle una cena de Acción de Gracias especial y cocinar un pavo, en vez del triste pollo asado que le pongo todos los años.

He comprado un pavo enorme y he invitado a toda la familia para dar las gracias en condiciones.

Cuando estaba sumergiendo el pavo en agua caliente con vino de olor, cebolla y otras especias aromáticas me llama mi cuñado y me pregunta: ¿Qué haces?

Estoy cocinando el pavo- le contesto- preparando la salsa de arándanos y el relleno de migas de pan.

¡Ah! Pues si quieres, te ayudo porque hoy no tengo que dar clase. Mi cuñado es profesor de universidad, el más temido por los alumnos. Le llaman el “cero-cero” por lo bajo que puntúa.

 

Abro la puerta y ahí está él, tan sonriente que cualquiera diría que alguien pudiera tenerle miedo.

¿Me ayudas a cubrir el pavo con mantequilla y a rellenarlo?

Nos ponemos a trabajar duramente en el relleno del pavo, lo colocamos en la bandeja del horno, recubrimos de mantequilla para que se quede más dorado y le digo: Ayúdame a meterlo que pesa mucho y yo sola no puedo.

Este pavo no entra en este horno, es demasiado grande -me dice. Pero tú, ¿qué horno tienes? ¿el de la Barbie?

 

¿Que no entra? Bueno, ya sé, lo abrimos por la mitad y luego, cuando esté hecho, lo coso que tengo aguja e hilo de coser carne.

¿Que tienes qué? Jajaja. Tú a tus hijos, ¿qué les dices? ¿espera cariño que te coso el filete?

 

Lo mejor es que vayamos a mi casa y usemos mi horno.

 

Cogemos el pavo y lo metemos en el trasportín de la moto. No podemos cerrar la tapa. ¡Vaya por Dios! Así no podemos ir hasta casa de mi cuñado. Se me ocurre una idea: No te preocupes que subimos, cogemos la silla de paseo de la niña y nos vamos andando.

 

Imaginaos mi cuñado, que es como una armario empotrado, empujando la silla con el pavo sentado allí. La gente nos miraba alucinada, hasta nos hicieron alguna que otra foto por la calle. Mi cuñado dijo: Momento selfie. Nos hicimos una foto los tres, y la subimos a Facebook diciendo: tenemos al niño en la edad del pavo.

 

Paramos a tomar un café, y el camarero nos dice: ¿Qué, se os ha quedado pelado el niño? Así que lo paseamos por todita la ciudad, pavo para arriba, pavo para abajo. Mi cuñado dijo: Creo que el niño nos está cogiendo frío. Y le puso una bufanda… ¡Ay que risa nos pasamos!

 

Llegamos a su casa y me doy cuenta de que me falta la alianza de casada. ¡Ay! Creo que se me ha quedado el anillo dentro del pavo. Así que, ahí me tenéis, sacando todo el relleno buscando el aro.

Cuando, por fin, lo encuentro, metemos el pavo en el horno “supermega” pirolítico de mi cuñado. Le digo: No entiendo cómo funciona, y me contesta desde el salón: Ponlo a 450 grados porque está en Fahrenheit. Pienso: Bueno, voy a ponerlo a 500 porque, con la tontería, son ya las 11 de la mañana y si no le metemos caña, este pavo no se va a hacer.

 

¿Me acompañas a bajar a la perra?

 

Sí, claro -le contesto. Así que nos fuimos a dar otro paseo.

Al volver, el humo llegaba a la puerta. Corremos como locos a la cocina. ¿Vosotros habéis oído eso de donde hay fuego no entres? Pues obviamente nosotros no, yo entraba sin pensar otra cosa más que me iba a quedar sin pavo, gritando, ¡Ay mi pavo, Ay mi pavo!

En la cocina, el pavo carbonizado.

Te has confundido y has puesto 550 grados y el grill. El pavo se ha chamuscado por la parte de arriba.

¡Ay! Pues sácalo que le rallo lo quemado.

Mi cuñado le hace una foto y dice-, Pavo cosido, paseado y rallado.

Le rallo todo lo quemado y le dejo las pechugas prácticamente en la talla S. Lo vuelvo a untar en mantequilla y le doy la vuelta para que se haga por la parte que no está quemada.

 

Por fin conseguimos asar el pavo, queda más o menos decente.

 

Le digo a mi cuñado que no podemos ir andando otra vez, porque el pavo se va a enfriar y que lo mejor es que cojamos el autobús que para justo debajo de su casa. ¡Cómo no se nos había ocurrido para venir!

 

Subimos al autobús y el conductor nos dice: El “niño” paga billete.

No es un niño. Es un pavo, como usted verá- le dice mi cuñado.

El cochecito va lleno, ¿verdad? A mí con qué perversidades lo llenen ustedes no me interesa. Tienen que atarlo porque es peligroso.

 

Llegamos a mi casa a tiempo para poner los cubiertos. Al poco llegan todos los comensales.

Ponemos el pavo en la mesa mi cuñado y yo todos orgullosos y Cari, que se queda perplejo, dice, ¿pero esto qué es? ¡Ay, Cari, una sorpresa!- le digo yo, ¡Feliz Acción de Gracias, Cariño!

 

Pero… ¿este pavo ha sobrevivido a una catástrofe natural o qué? Si le falta la parte de arriba, tiene una pata colgando y está medio chamuscado.

¡Ay, Cari! No te fijes en los detalles, que lo que cuenta es la intención.

Posted on 29/11/2015 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 2710

Leave a CommentLeave a Reply

You must be logged in to post a comment.

Buscar

Categorías

Anterior
Siguiente
Acción de Gracias - Saco Pingüino. Pijamas para dormir calentitos toda la noche. Blog js_def
Acción de Gracias

Acción de Gracias

Como ya sabéis,  Cari es de Boston, y este año he decidido hacerle una cena de Acción de Gracias especial y cocinar un pavo, en vez del triste pollo asado que le pongo todos los años.

He comprado un pavo enorme y he invitado a toda la familia para dar las gracias en condiciones.

Cuando estaba sumergiendo el pavo en agua caliente con vino de olor, cebolla y otras especias aromáticas me llama mi cuñado y me pregunta: ¿Qué haces?

Estoy cocinando el pavo- le contesto- preparando la salsa de arándanos y el relleno de migas de pan.

¡Ah! Pues si quieres, te ayudo porque hoy no tengo que dar clase. Mi cuñado es profesor de universidad, el más temido por los alumnos. Le llaman el “cero-cero” por lo bajo que puntúa.

 

Abro la puerta y ahí está él, tan sonriente que cualquiera diría que alguien pudiera tenerle miedo.

¿Me ayudas a cubrir el pavo con mantequilla y a rellenarlo?

Nos ponemos a trabajar duramente en el relleno del pavo, lo colocamos en la bandeja del horno, recubrimos de mantequilla para que se quede más dorado y le digo: Ayúdame a meterlo que pesa mucho y yo sola no puedo.

Este pavo no entra en este horno, es demasiado grande -me dice. Pero tú, ¿qué horno tienes? ¿el de la Barbie?

 

¿Que no entra? Bueno, ya sé, lo abrimos por la mitad y luego, cuando esté hecho, lo coso que tengo aguja e hilo de coser carne.

¿Que tienes qué? Jajaja. Tú a tus hijos, ¿qué les dices? ¿espera cariño que te coso el filete?

 

Lo mejor es que vayamos a mi casa y usemos mi horno.

 

Cogemos el pavo y lo metemos en el trasportín de la moto. No podemos cerrar la tapa. ¡Vaya por Dios! Así no podemos ir hasta casa de mi cuñado. Se me ocurre una idea: No te preocupes que subimos, cogemos la silla de paseo de la niña y nos vamos andando.

 

Imaginaos mi cuñado, que es como una armario empotrado, empujando la silla con el pavo sentado allí. La gente nos miraba alucinada, hasta nos hicieron alguna que otra foto por la calle. Mi cuñado dijo: Momento selfie. Nos hicimos una foto los tres, y la subimos a Facebook diciendo: tenemos al niño en la edad del pavo.

 

Paramos a tomar un café, y el camarero nos dice: ¿Qué, se os ha quedado pelado el niño? Así que lo paseamos por todita la ciudad, pavo para arriba, pavo para abajo. Mi cuñado dijo: Creo que el niño nos está cogiendo frío. Y le puso una bufanda… ¡Ay que risa nos pasamos!

 

Llegamos a su casa y me doy cuenta de que me falta la alianza de casada. ¡Ay! Creo que se me ha quedado el anillo dentro del pavo. Así que, ahí me tenéis, sacando todo el relleno buscando el aro.

Cuando, por fin, lo encuentro, metemos el pavo en el horno “supermega” pirolítico de mi cuñado. Le digo: No entiendo cómo funciona, y me contesta desde el salón: Ponlo a 450 grados porque está en Fahrenheit. Pienso: Bueno, voy a ponerlo a 500 porque, con la tontería, son ya las 11 de la mañana y si no le metemos caña, este pavo no se va a hacer.

 

¿Me acompañas a bajar a la perra?

 

Sí, claro -le contesto. Así que nos fuimos a dar otro paseo.

Al volver, el humo llegaba a la puerta. Corremos como locos a la cocina. ¿Vosotros habéis oído eso de donde hay fuego no entres? Pues obviamente nosotros no, yo entraba sin pensar otra cosa más que me iba a quedar sin pavo, gritando, ¡Ay mi pavo, Ay mi pavo!

En la cocina, el pavo carbonizado.

Te has confundido y has puesto 550 grados y el grill. El pavo se ha chamuscado por la parte de arriba.

¡Ay! Pues sácalo que le rallo lo quemado.

Mi cuñado le hace una foto y dice-, Pavo cosido, paseado y rallado.

Le rallo todo lo quemado y le dejo las pechugas prácticamente en la talla S. Lo vuelvo a untar en mantequilla y le doy la vuelta para que se haga por la parte que no está quemada.

 

Por fin conseguimos asar el pavo, queda más o menos decente.

 

Le digo a mi cuñado que no podemos ir andando otra vez, porque el pavo se va a enfriar y que lo mejor es que cojamos el autobús que para justo debajo de su casa. ¡Cómo no se nos había ocurrido para venir!

 

Subimos al autobús y el conductor nos dice: El “niño” paga billete.

No es un niño. Es un pavo, como usted verá- le dice mi cuñado.

El cochecito va lleno, ¿verdad? A mí con qué perversidades lo llenen ustedes no me interesa. Tienen que atarlo porque es peligroso.

 

Llegamos a mi casa a tiempo para poner los cubiertos. Al poco llegan todos los comensales.

Ponemos el pavo en la mesa mi cuñado y yo todos orgullosos y Cari, que se queda perplejo, dice, ¿pero esto qué es? ¡Ay, Cari, una sorpresa!- le digo yo, ¡Feliz Acción de Gracias, Cariño!

 

Pero… ¿este pavo ha sobrevivido a una catástrofe natural o qué? Si le falta la parte de arriba, tiene una pata colgando y está medio chamuscado.

¡Ay, Cari! No te fijes en los detalles, que lo que cuenta es la intención.

Posted on 29/11/2015 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 2710

Leave a CommentLeave a Reply

You must be logged in to post a comment.

Buscar

Categorías

Anterior
Siguiente