EL ESCÁNER

EL ESCÁNER

Esta semana me ha tocado hacerme un escáner cerebral.

Durante los últimos meses me mareaba mucho y el médico me mando al neurólogo.

Este pidió una serie de pruebas y entre ellas estaba el ecáner cerebral.

El martes a las 8 me citaron. Me llevó mi hermano porque Cari tenía que llevar a los niños al cole. Así que allí nos fuimos los dos.

Ya desde que me dijeron lo del escáner, Cari me estuvo contando que él había tenido mucha claustrofobia cuando se la habían hecho a él en la columna. Que si la máquina hace un ruido ensordecedor, que si le entraron ganas de salir corriendo. Yo le miré como diciendo es que eres un flojo.

Yo no tengo claustrofobia, otras fobias sí, pero esa en concreto, no.

Me atendió un señor súper amable que me explicó que no debía ponerme nerviosa, que respirara tranquilamente. Que me daba unos tapones para los oídos y que él iba a estar allí por si me pasaba algo. No tenía nada más que hablar ya que me oían por un micrófono que tiene el escáner.

Yo le miré sonriendo y le dije, a mí no me impresionan estas cosas, si me duermo avíseme cuando acabemos.

Así que me tumbé, me puse los tapones, crucé los brazos por encima del tronco, me puso una manta y todo, y pensé, -“ahora a roncar”.

Se empieza a mover la camilla por los raíles hacia dentro del aparato y al principio genial, pero cuando ya te has introducido hasta la altura de los hombros y pierdes la visión del exterior…¡Qué impresión!, como estar dentro de un ataúd.

¡Oh madre de mi vida!, me incorporo de manera espontánea, y me doy un golpe con el techo, que está a 10 centímetros de mí y suena: “Booommm”.

La camilla empieza a moverse hacia fuera. El señor me mira con una sonrisa de oreja a oreja y me dice,- “¿qué habíamos dicho de moverse? Menudo coscorrón que se ha dado usted”.

Le digo, -“Perdón ha sido un acto reflejo”.

“Déjeme ir a por una cosita y ahora vuelvo. Mientras, vaya calmándose.”- me dice.

Y yo pensé, “qué majo va a por hielo”.

Y vuelve con un casco, me dice,-“Túmbese”. Me tumbo y me pone esa especie de casco en la cabeza, lo encaja con la camilla, y me dice, “Ya no tiene que preocuparse por los movimientos reflejos, con esto ya no se moverá”.

Por supuesto, esto está mucho mejor, ahora estoy enterrada vida y encajada. Me mueven hacia dentro, no puedo, no puedo…., respiro profundo, uno, dos y tres, a la de tres empiezo a mover las piernas como una loca a ver si alguien me ve.

La camilla vuelve hacia fuera, el señor me mira de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja y me dice: “Recuerde que hay un micrófono dentro del escáner, no hace falta que se mueva para decirnos que se encuentra mal”

Ahora coge una cintas, me ata las piernas y mientras me ata me mira sonriendo. Oye, este lo que es, es un psicópata. Ahora estoy atada y sola con un asesino en serie.

Pienso, bueno por lo menos tengo las manos libres, se acerca el hombre y me ata a la altura de los antebrazos todo el dorso. Pues ya sólo me queda gritar.

Pues a gritar AAAHHHH!. Y de repente escucho,- “Señora, mejor será que no grite más y se tranquilice, ya no la voy a volver a sacar”.

No me queda más remedio que sufrir en silencio mi agonía y desesperación. Cuando termina la prueba y me sacan, el señor me mira con otra sonrisa de oreja a oreja y me dice -“Qué bien, no pensé que fueranos a conseguirlo sólo a la tercera”. Que sorna, pienso yo, atando a la gente siempre se consigue.

“Con estos resultados puede ir usted el jueves a las 10.30 a ver al Dr. Suarez”

Así que el jueves para allí que me voy, a ver qué es lo que realmente me pasa.

Llego y el Doctor dice, “He estado estudiando su caso y las pruebas realizadas son todas normales. Visión: normal, encefalograma: normal, TAC: normal. No encuentro la causa del por qué usted se marea en estas pruebas”. “Por favor, hágame el favor de contarme exactamente qué rutina de sueño tiene usted”

Y yo le cuento las 15 veces que me levanto por la noche de cama en cama de cada uno de mis hijos, las veces que me caigo porque corro y me resbalo o que me doy con la puerta, que Cari no se entera de nada porque tiene sordera nocturna y que duermo poco y mal.

 

Me dice: “Ya”.

Saca el teclado del ordenador y empieza a teclear frenéticamente.

Sale de la impresora una receta, coge un papel y comienza a escribir algo a mano.

Me da la receta y me dice, se va a tomar medio de estos durante dos semanas, luego lo suspende.

Este papel es para su marido. Y me indica la puerta. Yo me despido, le doy las gracias y me voy, alucinada y sin diagnóstico.

Miro la receta, y son pastillas para dormir.

Abro el papel y leo:

“El diagnóstico de su esposa es agotamiento crónico, necesita dormir. Si usted no es capaz de oír nada por la noche, le sugiero se compre un sonotone”.

Firmado

Antonio Suarez.

Posted on 25/09/2015 Home, Vamos a pingüinear/Penguin... 0 1679

Leave a CommentLeave a Reply

You must be logged in to post a comment.

Buscar

Categorías

Anterior
Siguiente