Esta semana me di cuenta de que ya habían pasado cuatro semanas desde que empezó el 2015 y aún no había decidido cuál sería mi propósito para este año, ni lo había empezado claro. Así que, el lunes, decidí arreglarlo. Me senté con la lista que ya había hecho. Había escrito tres propósitos y tenía que elegir uno: dejar de comer chocolate, empezar a ir al gimnasio o aprender a coser a máquina.

Tras leerlos en voz alta, tardé sólo un segundo en darme cuenta de que la elección estaba clara. Si elegía el número uno o dos, fracasaría estrepitosamente  El único propósito que podría conseguir era el número tres. Además tenía algunas ventajas: podría hacerlo en casa o en la oficina, no me quitaría tiempo de trabajar o estar con los peques y, sobretodo, era algo que me ayudaría a mejorar mis habilidades de cara al trabajo. Algo así como mejorar mis cualidades profesionales, pensé. Después de mi corta experiencia en el sector textil, ya sé lo que una máquina de coser puede hacer, pero no cómo se hace.

Para ponerme manos a la obra con mi propósito de Año Nuevo sólo necesitaba una máquina de coser. Después de investigar a fondo el mercado de máquinas de coser de segunda mano, me aconsejaron que mejor comprara una máquina de coser básica pero nueva. Con esta idea en mente, esta mañana fui a la tienda de Singer en Hong Kong. Nada más entrar en la tienda, una señora muy agradable se acercó a mí y me preguntó qué buscaba. Yo respondí “Una máquina de coser”. Ella sonrió y preguntó de nuevo, “¿Qué tipo de máquina?”. “No sé, ¿una barata?”. En ese momento se dio cuenta de que estaba hablando con alguien que no tenía ni idea sobre máquinas de coser y se dispuso de paciencia para ayudarme. “Genial -pensé- porque sin su ayuda estaría perdida”.

Empezó a explicarme para qué servía cada tipo de máquina de coser. “Muchas gracias pero esas cosas ya las sé”, le dije. “Pero, si fuera tan amable, ¿podría explicarme cómo enhebar el hilo?”, “¡Claro! Verás, así se para la máquina…”, “¡Anda! Pero si tiene una pequeña luz para coser de noche”.

Después de quince minutos, la señora empezaba a perder la paciencia. “De verdad quiero comprar una máquina, pero necesito que me expliques lo básico”, le dije.

Hicieron falta quince minutos más de explicaciones para sentir que estaba lista para, al menos, enchufar y encender la máquina. Saqué la cartera, pagué y me fui de la tienda con mi máquina de coser nueva, feliz como unas castañuelas.

Esta tarde, he empezado a trabajar en mi propósito de Año Nuevo. Conseguí enchufarla, enhebrar los hilos (¡los dos!) y ponerla en marcha. Y acabo de descubrir lo difícil que es hacer una línea recta. La próxima vez que tenga que hablar con el departamento de producción porque la costura de uno de nuestros SacosPingüino no está lo recta que debería, lo recordaré y seré mucho más amable.

Esta semana me di cuenta de que ya habían pasado cuatro semanas desde que empezó el 2015 y aún no había decidido cuál sería mi propósito para este año, ni lo había empezado claro. Así que, el lunes, decidí arreglarlo. Me senté con la lista que ya había hecho. Había escrito tres propósitos y tenía que elegir uno: dejar de comer chocolate, empezar a ir al gimnasio o aprender a coser a máquina.

Tras leerlos en voz alta, tardé sólo un segundo en darme cuenta de que la elección estaba clara. Si elegía el número uno o dos, fracasaría estrepitosamente  El único propósito que podría conseguir era el número tres. Además tenía algunas ventajas: podría hacerlo en casa o en la oficina, no me quitaría tiempo de trabajar o estar con los peques y, sobretodo, era algo que me ayudaría a mejorar mis habilidades de cara al trabajo. Algo así como mejorar mis cualidades profesionales, pensé. Después de mi corta experiencia en el sector textil, ya sé lo que una máquina de coser puede hacer, pero no cómo se hace.

Para ponerme manos a la obra con mi propósito de Año Nuevo sólo necesitaba una máquina de coser. Después de investigar a fondo el mercado de máquinas de coser de segunda mano, me aconsejaron que mejor comprara una máquina de coser básica pero nueva. Con esta idea en mente, esta mañana fui a la tienda de Singer en Hong Kong. Nada más entrar en la tienda, una señora muy agradable se acercó a mí y me preguntó qué buscaba. Yo respondí “Una máquina de coser”. Ella sonrió y preguntó de nuevo, “¿Qué tipo de máquina?”. “No sé, ¿una barata?”. En ese momento se dio cuenta de que estaba hablando con alguien que no tenía ni idea sobre máquinas de coser y se dispuso de paciencia para ayudarme. “Genial -pensé- porque sin su ayuda estaría perdida”.

Empezó a explicarme para qué servía cada tipo de máquina de coser. “Muchas gracias pero esas cosas ya las sé”, le dije. “Pero, si fuera tan amable, ¿podría explicarme cómo enhebar el hilo?”, “¡Claro! Verás, así se para la máquina…”, “¡Anda! Pero si tiene una pequeña luz para coser de noche”.

Después de quince minutos, la señora empezaba a perder la paciencia. “De verdad quiero comprar una máquina, pero necesito que me expliques lo básico”, le dije.

Hicieron falta quince minutos más de explicaciones para sentir que estaba lista para, al menos, enchufar y encender la máquina. Saqué la cartera, pagué y me fui de la tienda con mi máquina de coser nueva, feliz como unas castañuelas.

Esta tarde, he empezado a trabajar en mi propósito de Año Nuevo. Conseguí enchufarla, enhebrar los hilos (¡los dos!) y ponerla en marcha. Y acabo de descubrir lo difícil que es hacer una línea recta. La próxima vez que tenga que hablar con el departamento de producción porque la costura de uno de nuestros SacosPingüino no está lo recta que debería, lo recordaré y seré mucho más amable.